30 de junio de 2014

Siempre que mordió paró

Ya eliminado el seleccionado de Uruguay y acallados los ecos de un presunto boicot, el mordedor Luis Suárez se devolvió al centro de la escena. Hoy pidió perdón a través de un comunicado y dijo que nunca más volverá a morder a nadie. Mientras Alemania construía su triunfo inexorable ante Argelia y Francia transpiraba más de la cuenta con nigeria, el delantero oriental retrotrajo la foto del mordisco, tan olvidable como la eliminación de su equipo.



La sensación que dejó el affaire de Suárez con el tal Chiellini es la de un gran exabrupto. Exabrupto por el tipo de infracción, poco frecuente, pero más por las repercusiones posteriores. Este cronista, populista confeso, no obstante entiende que la idea de que la FIFA conspire contra el paisito y, como consecuencia de ello, contra los sueños emancipadores de la Patria Grande, a través de una sanción exagerada, es por lo menos un disparate. U otro exabrupto.

Es cierto que la inclinación primera, natural, de cualquier persona de bien, es ponerse en contra de la FIFA ante cualquiera de sus fallos. Uno cree que la FIFA es como la Sociedad Rural. Donde ellos están, si uno se planta en la vereda de enfrente tiene un 100% de posibilidades de acertar. El tema es que Luis Suárez ya era un mordedor serial, un discriminador xenófobo y un infractor de consideración antes de acometer contra el zaguero italiano.

Y entonces, aunque uno no esté con la FIFA, tampoco será cuestión de que se ponga del lado de un tipo que no puede estar adentro de una cancha, si periódicamente y entre gol y gol, muerde, pega patadas voladoras o le grita negro de mierda a los africanos. Es tan cierto que la FIFA no tiene autoridad moral como que Suárez tampoco. Y la verdad es que Suárez, la Asociación Uruguaya y el Pepe Mujica, saben bien que están jugando justamente con las reglas de... la FIFA.

La idea de que los garcas de la FIFA nos discriminan por sudacas está muchas veces desmentida por la nacionalidad de sus miembros. Uruguay y Argentina, con Grondona como segundo, tienen importante representación en los escritorios de Zurich. En todo caso, la FIFA constituye una multinacional de garcas donde no solo hay gringos de ojos azules sino que cada país aporta su cipayo de preferencia.

Deportivamente, también convendrá recordar que Brasil, Argentina y el propio Uruguay han salido campeones muchas veces y en distintas épocas con una coincidencia: siempre los dirigentes de FIFA eran tipos parecidos, más cerca del lavado de dinero de los bancos de Ginebra que de los tupamaros uruguayos, Los Sin Tierra de Brasil o el Movimento Obrero Organizado de nuestro país. De modo que, el llanto deberá quedar para otra ocasión.

Ahora vendrá, tras el arrepentimiento, una probable reducción de la pena de Suárez. Ojalá que le atenúen la sanción porque es desmedida, sobre todo en la idea de prohibirle asistir a los estadios. Pero de ahí a que el presidente del país lo reivindique, lo justifique y lo vaya a recibir al aeropuerto, hay un trecho más largo y absolutamente discutible. Los dejo, no sea cosa que mis amigos, más populistas que yo, me acusen de haberme vendido al imperio.



29 de junio de 2014

Gramática Maradoneana



sujeto singular que ha predicado
el verbo inmemorial de la gambeta
sufijo que antepone a algún poeta
la zurda chusca del pueblo sublevado

plural porque por todos se ha jugado
dando artículo a quien lo ve de otro planeta
señalando en un pronombre cuan profeta
el destino de un cuero embadurnado

pecador y sibarita. Por tu finta
el lenguaje se quedó sin adjetivo
y cuando malicioso el cagatinta

quiso ver que ya no eras sustantivo
tu futuro imperfecto compró quinta
en terrenos de un honor infinitivo

Claudio "Turco" Cherep

28 de junio de 2014

Chile y la sangre de Lautaro

La estadística dirá que Chile perdió con Brasil por penales y, otra vez, quedó afuera en los octavos de final de una Copa del Mundo. Pero solo será la estadística. La historia dirá otra cosa


Lautaro tenía 22 años. Un lanzazo del ejército conquistador comandado por Francisco de Villagra lo atravesó en el pecho. Hacía 10 años que en la Batalla de Reinohuelén, en 1536, aunque niño, lo habían tomado prisionero. Los mapuches como Lautaro, pobladores de Chili, en su lengua original, temían a los hombres blindados de Valdivia y Almagro. Los españoles tomaron al jovencito para que atendiera los caballos y los acompañara en las batallas. Yanacona le decían a quien le confiaban una tarea que solo era para valientes.

Gary Medel está desgarrado y se arroja, todo su cuerpo al aire, para despejar el peligo al córner. Alexis Sánchez se arremanga los pantalones cortos y los estira todo lo que puede, como a sus músculos, para soportar los calambres. Arturo Vidal aguanta 87 minutos al límite de sus posibilidades. De ancestros conquistados, ahora son ellos los que salen a conquistar una gloria que demandará 120 minutos y una agonía de lanzazos diferentes a los que recibió Lautaro, que llaman penales.

Lautaro ahora tiene 18 años y cree que debe escapar porque él ha nacido para ser libre. De sus captores ha aprendido las tácticas de la guerra. Sabe cómo manejar las armas y, como un Tsun Zé de la montaña, aprendió a elegir cuál es el mejor lugar para librar la batalla. Conoce cuándo y donde emboscar al enemigo y monta como nadie los caballos que él supo cuidar. El gobernador que lo tuvo rehén sabrá experimentar en carne propia lo que aprendió su mejor alumno: en 1553 Lautaro lo derrota y lo mata.

Chile -ya no Chili- juega como en el patio de Los Andes en un terreno con 68 mil brasileños gritándole en el rostro. Como Lautaro, ha aprendido de tácticas y domina a su adversario con cinco defensores bien dispuestos, con volantes escalonados para anular a Neymar y con una rebeldía solo comparable a la de aquel cautivo que decidió por quien vivir y para qué morir. Brasil está confundido. Duda por sus limitaciones y más duda porque es inducido por los chilenos, que convirtieron en una fortaleza mental el hecho de que muchos los consideraran inferiores.

Lautaro es considerado inferior, como la selección de Chile. Igual la emprende, con unos pocos hombres que pudo recolectar, unos mapuches, otros picunches, contra cuanto español se le cruza en el camino. Villagra lo espera y lo sorprende. No le da chance de pelear. Lo asesina dormido. Lautaro muere para que nazca la leyenda del pueblo mapuche, respondón y reivindicador; inclaudicable y memorioso.

Chile y Brasil van a los penales. Chile cae de pie, para parir un nuevo tiempo en el fútbol del país de los mapuches. Alexis, Medel, Arturo, tienen los rostros y la sangre de Lautaro. Se les nota. Ellos también han decidido morir lanzeados a 12 pasos para que nazca la la leyenda de un fuego sagrado que será difícil de apagar. A los matadores de Lautaro, como a esta selección de Brasil, pocos lo recordarán. Lautaro, como estos bravos hombres de Sampaoli ya están en el mejor sitio que puede caberle a un hombre: la historia.

27 de junio de 2014

Los yanquis vienen marchando

Aunque hiera nuestro sentimiento anti-imperalista, el progreso del fútbol de Estados Unidos ya es una realidad mundialista. Aquí, unas puntas para saber como se produjo un hecho no casual, que lejos está de ser un fallo arbitrario del juez Griesa.



Cerca de Flashing Meadow, en la inabarcable Queens, veintidós esforzados futbolistas aficionados dan vida a un picado parecido a los nuestros. Las tribunas del complejo deportivo donde en dos meses comenzará una nueva edición del US Open hacen de visera y dejan una sombra piadosa sobre el césped prolijo donde el partido no cesa. Es calor de verano. Mientras en Europa se juega la Copa del Mundo de Francia 1998, en Nueva York se habla del tenis que vendrá. Además, un poco más allá planean construir un estadio para 42.000 espectadores para que jueguen los “Mets”, uno de los equipos populares de béisbol.

Pese a que Estados Unidos ha organizado una Copa del Mundo cuatro años antes, no parece sencillo que “los americanos” se enamoren del fútbol. Resultadistas de fuste, los números que llegan desde Francia no son alentadores. Tres jugados, tres perdidos. Con Alemania, con Yugoslavia y, con un enemigo de los que a menudo “ataca América”: Irán. Hasta este Mundial brasileño, los yanquis han participado en nueve. La cifra no es para despreciar si se la compara con la perfomance de otros países futbolísticamente emergentes, pero no resulta atractiva para quienes han nacido solo para ganar.

En el partidito del parque, con un césped que muchos estadios sudamericanos envidiarían, están en el descanso. Los protagonistas hablan en distintos idiomas. La mayoría en español. Son -mayormente- inmigrantes bolivianos y colombianos. También hay europeos de los países del este. Coinciden en que no tienen prejuicios en jugar con los neoyorquinos pero que son los neoyorquinos los que no quieren jugar al fútbol. La generación de Alexis Lalas, el vikingo de la selección nacional, no ha sido suficiente para inocular el virus del fútbol. Las estrellas mundiales en la Liga son un negocio lejano y las modificaciones reglamentarias para sumar más goles desvirtúan la cosa.

De todas maneras, hay quienes no se inmutan y confían en que el trabajo subterráneo dará sus frutos más temprano que tarde. El país que arrodilla al mundo toda vez que se le antoja, el que te indica que tenés que comer, donde tenés que dormir, cómo tenés que vestirte, qué tenés que leer y cúanto de televisión tenés que mirar por día, ¿cómo no va a poder instalar la idea de que jugar al fútbol está bueno y que -sobretodo- te puede hacer ganar mucho dinero? En esta línea de pensamiento entran, por ejemplo, los que llevan adelante desde el año '79 el Programa de Desarrollo Olímpico para el Fútbol Juvenil en los Estados Unidos.

Cuando el equipo norteamericano de fútbol se presentó en los Juegos de Pekín de 2008 donde Argentina se quedó con el título, apenas uno de los 18 jugadores no era hijo de ese programa de reclutamiento de talentos que estaba cerca de cumplir 30 años y que para muchos, inclusive norteamericanos, es desconocido. Pero justamente estas tres décadas, que para algunos son virtud, son vistas por otros como un déficit. Por eso también, desde 2007, se creó un Sistema de Desarrollo Académico que incluye 80 clubes de todo el país y que tiende a la captación de talentos que puedan nutrir al equipo que ahora dirige el alemán Jurgen Klinsmann.

Sin embargo, contrariamente a lo que se pudiera suponer en un país que tiene 315 millones de habitantes, la posibilidad para detectar y potenciar talentos futbolísticos no es sencilla. En términos sarmientinos, “el mal es la extensión”. Sucede que entre tantos habitantes y ante una geografía tan vasta, los recursos para lograr el objetivo nunca alcanzan y la impaciencia, tan capitalista, suele ganarse entre los que le enrostran a la inversión haber fracasado sistemáticamente en las competencias de juveniles, olímpiadas y torneos de mayor, con asiduidad y sin que las peran maduren

Las dificultades que el fútbol quiere torcer tampoco están exentas de prejuicios. Sino, vale preguntarle a Jack Kemp. Ex pre candidato a la presidencia por el Partido Republicano, el hombre se despachó a gusto:“se debe hacer una distinción entre el football americano, que es democrático y capitalista, mientras que el fútbol es un deporte europeo y socialista.” Franklin Foer, autor del libro “Cómo explica el fútbol el mundo: una extraña teoría de la globalización”, además de desnudar a Kemp también afirma pragmático en una de sus páginas: “El fútbol es uno de los grandes negocios del mundo. Los jugadores se compran y se venden a precios tremendos; los derechos de televisión para transmitir los partidos cuestan miles de millones de dólares; todas las grandes marcas mundiales quieren agregar su nombre a este fenómeno. Esto, desde cierto punto de vista, es una oportunidad que Estados Unidos debe aprovechar con ambición”.

Quizás cuando Kemps empiece a observar algunos números, empiece a pensar diferente. Según una estadística que cita el diario chileno La Tercera, “Fanatics,com” -la minorista de merchandainsing que más vende en el mundo- ha vendido más ropa de fútbol en Estados Unidos en los primeos días de la Copa del Mundo 2014 que durante todo el torneo de 2010. También sucedió que en el partido ante Ghana, donde los yanquis convirtieron el gol más rápido en la historia de los mundiales, la cadena ESPN subió el rating tanto que a poco estuvo de igualar el que en enero había alcanzado la definición del fútbol americano universitario, en enero.

Así, entre tanto enemigo interno, conviene recordar que los resultados, no siempre amigos de la realidad, nos demuestran que en verdad, Estados Unidos no para de progresar. Comprende mejor el juego, se planta de igual a igual contra equipos a los que antes no hubiera podido enfrentar ni con marines y tiene algunos valores -veteranos y no tanto- que se las traen: el moreno Timothy Chandler, el pelado Michael Bradley y el mejor: Clint Dempsey. Quizás ellos sin saberlo sean el producto de los que empezaron a pensar en fútbol hace ya 40 años, lejos de las luces del Cosmos de Pelé. Por ahora les alcanza por hacer crecer el interés por el juego por los parques de Flushing Meadow, donde ahora también juegan pibes neoyorquinos. Enamorarse será para después, cuando empiecen a ganar. Aunque uno no quisiera estar para verlo.







26 de junio de 2014

Crece desde el pie (de Messi)

La selección empieza a despejar algunas dudas y mejora, en rendimientos individuales y como equipo. Para los que dicen que todo fue trámite y que el Mundial comienza en octavos, fíjense en los hoteles donde se hospedaban España, Italia e Inglaterra. Hay habitaciones disponibles...



Hay una idea instalada de pedirle cierta perfección a la selección. Un poco por los nombres propios que la integran, otro por eso de la necesidad de un título del mundo que se ha decretado como prioritaria, vaya uno a saber porqué. Argentina integra una élite de ocho equipos que son los mejores del planeta, sin dudas. Pero en el contexto de esa paridad, tanto puede ganar el título como perderlo. Como resulte, no bajará de esa consideración que no es efímera, o no analiza solo un torneo de siete fechas -aunque sea el Mundial- sino que contempla el desempeño de un tiempo a esta parte.

Hecha la salvedad vale destacar que contra Nigeria, el equipo mejoró. No desde el resultado, porque antes también había ganado, sino de algunos reclamos que se le hacían con justicia. Más movilidad, más productividad y mejores rendimientos individuales. Para los que decían que Messi era lo único, ahora aparecieron Di María, algo más de Gago y apenas más de Higuaín. El síntoma de crecimento constante no deja de ser saludable. En un torneo corto, ánimo y contagio van de la mano y potencian los rendimientos hasta de los que uno menos espera. También están las contingencias. Y estas a veces ayudan.

Es el caso de la salida de Agüero. El Kun, titular en cualquier equipo del mundo, todavía no la pasa bien en la cancha. El esquema argentino, pero más el que suelen proponer los rivales, terminan por quitarle espacios. Asfixiado entre los zagueros adversarios, la última línea e Higuaín, acaso sea conveniente buscar un socio de Messi algunos metros más cerca del mediocampo, o sobre los laterales. Lavezzi, que ingresó por la lesión del Kun, aportó algo de esa solución que el equipo busca. Puede ser una opción interesante si las lesiones no lo dejan prosperar en la Copa al novio de la Princesita.

Después queda el aspecto defensivo, donde será conveniente no fustigar a los cuatro del fondo en exclusividad. En términos individuales, la actuación de los defensores no fue decepcionante. En todo caso, hubo desacoples, de los que no están exentos los volantes, e incluso los delanteros. En uno de los goles de Nigeria, los dos centrales salen juntos. Error infantil. Pero en otras acciones de juego, fue el equipo el que dejó a los zagueros mano a mano y a gran distancia del resto de sus compañeros en embestidas de los africanos.

Ahora será el tiempo de los ajustes. El tiempo -y los adversarios, porque Suiza no se aparece como un cuco- ayudan. Pero también colabora la victoria, que siempre predispone mejor para advertir y corregir los errores. Mientras, la inspiración de Messi vuelve a ser determinante y entusiasma. También, para los que todavía le pedían la prueba del carácter, el alumno se sacó un sobresaliente. Y, para lo último, ya que somos 40 millones de técnicos, acá va lo que le parece al cronista: quizás al socio para Lionel haya que buscarlo entre los volantes del banco de suplentes y no entre los delanteros.

25 de junio de 2014

Porto Alegre vs Davos, otro clásico



Ese día soñamos un mundo mejor. En verdad, todos los días soñamos un mundo mejor, solo que ese día pensamos que podía ser posible. Estábamos en Porto Alegre. Asistíamos a la inauguración del Foro Social Mundial, el espacio que había nacido como contraposición al Foro Ecónomico Mundial de Davos, la reunión anual de los representantes de las multinacionales que desparraman el veneno del neoliberalismo a toda la humanidad.

Lula recién había asumido como depositario de la fe de millones de brasileños. Recién se convertía en el primer tornero mecánico presidente de un país de los nuestros. Decía que “la esperanza vence al miedo” y todos los que allí estábamos sentíamos que tenía razón. A los que lo cuestionaban por ir a Davos les decía que concurriría para que esos señores oyeran que “no es posible que algunos coman cuatro veces al día y otros una vez cada cuatro días”.

Al lado del estadio donde hoy Argentina buscará clasificarse primera de grupo ante Nigeria, en el “Gigantinho”, Eduardo Galeano decía con parsimonia que “el poder identifica valor y precio. Pero hay valores que están más allá de cualquier cotización. No hay quien los compre porque no están en venta. Están fuera del mercado y por eso han sobrevivido”. De cerca lo miraban Samir Amin y Frai Beto.

Desde Bolivia llegaba un indígena cocalero que pronto daría que hablar. Evo Morales contagiaba desde lo profundo de sus convicciones silenciosas toda la sabiduría del altiplano y regaba de colores y diversidad el amplio corredor donde se desarrollaban cientos de actividades de otras tantas temáticas. Lo acompañaban cholas de miradas escondonas y trabajadores mineros bisnietos de cinco siglos igual.

Hugo Chávez, a poco de iniciado su proceso revolucionario fundaba la República Bolivariana de Venezuela y a viva voz discurseaba cerca de la Pontificia Universidad Católica.
Rubén Rada decía que nunca -en 40 años de trayectoria- había cantado para tanta gente. El anfiteatro Por du Sol y el Campamento de la Juventud veían pasar y vibrar a cien mil jóvenes del mundo, de un nuevo mundo, que se abría paso ante las ruinas en que el capitalismo de mercado sumía a la América Latina. Acaso se gestaba la semilla que pronto -ya con Néstor Kirchner- le diría que no al Alca en Mar del Plata.

Nacía 2003 y quizás un nuevo tiempo. Los movimientos sociales, los medios comunitarios, los sin tierra, los desposeídos, los ninguneados, los nadie, decían no a la guerra y pedían un lugar en la agenda de los que maniobran hasta los días del calendario.
En algo se parecían aquellas masas a las multitudes de los estadios. En la alegría y en un detalle futbolero: no hay nada más aburrido en un cotejo que no tomar partido por nadie. Hay que jugarse. Por uno o por otro. Pues aquí tampoco hay lugar para neutrales

Este día también -hoy- soñamos un mundo mejor. En verdad, todos los días soñamos un mundo mejor -quedó dicho-, solo que este día soñamos que lo estamos alcanzando. Se sabe que el fútbol no tiene nada que ver con esto, pero en la metáfora que constituye a diario, una sonrisa socarrona se nos escapa cada vez que los europeos hacen las maletas y los de este lado siguen su destino mundialista como un inexorable mandato de la historia.


Claro que los jugadores suizos no manejan bancos ni los futbolistas alemanes crearon a Angela Merkel. Claro que no. Pero hoy, cuando Porto Alegre nos vuelve a concitar la atención y los argentinos se movilizan hacia allí para soñar la única e irrepetible alegría del gol, el viejo clásico ante Davos se nos vuelve caprichosamente a la memoria y soñamos con que una vez les ganaremos. Y que será puerilmente para siempre.  

24 de junio de 2014

Humbertito


Toda una vida trabajando de hijo
cuan mantenido hermano del fracaso
un sobrino prematuro del ocaso
o nieto de un destino que no elijo

primo del acomodo desprolijo
colado en cada foto por si acaso
abuelo sin un sitio en el parnaso
tío rata que salió del escondrijo

lleva nombre que jamás será inscrito
donde a la globa le hagan un tributo
por eso de dar lo que vale por el pito

diminutivo de un hombre diminuto
ni para Humberto tiene, es Humbertito
y ni la vieja juna a este canuto  

23 de junio de 2014

Lo que natura no da

Algunos europeos hacen las maletas ahogados en su disciplina táctica. Uno no les pide que se vayan pegando patadas de impotencia, pero un poco de rebeldía, no le hace nada mal al fútbol.


Los tan mentados cinco defensores que introdujo Sabella ante Bosnia corrieron el eje del debate. La cuestión pasó a ser “con cuántos me defiendo” antes que “cómo juego”. Pocos repararon en que Holanda se defiende -supuestamente- con cinco y es uno de los mejores equipos de la primera fase o que Argentina jugó con los delanteros que pedía la popular (y Messi) ante Irán y no pudo descifrar el partido. Así las cosas, habrá que detenerse en el cómo, y en eso, los jugadores siguen siendo mucho más importantes que los entrenadores. El problema es que algunos no lo advierten.

Es el caso de muchos grandes futbolistas europeos que todos quisiéramos tener. Un Luka Modric, un Steven Gerrard, un Nani, son titulares en grandes equipos del mundo. Se potencian en esos grandes equipos pero carecen de un plus para hacer jugar a su ritmo a sus selecciones y terminan como víctimas de esquemas que no dejan lugar a lo impredecible, a lo que ellos sí son capaces de hacer. La superpoblación de “volantes mixtos” (creo que así los llaman) los conduce a un riesgo inevitable: desdoblarse para defender y atacar en un zona del campo de máximo desgaste, lo que conspira contra la lucidez para ser claros en los últimos metros de la cancha.

Los europeos que empiezan a marcharse antes de tiempo han hecho un culto de los esquemas por sobre los hombres. Y los hombres sumisos de los esquemas dificilmente ganen una Copa del Mundo. Uno espera que el espíritu guerrero y libertario de los balcánicos explote pero no; ahí está Croacia. Uno sueña con que la Torre de Babel británica se subleve a la flema pero no; ahí está el boleto de regreso. Uno espera. Está solo y espera, como Scalabrini, que alguien se rebele para dejar sentado que, cuando la disciplina prusiana no alcanza -¿verdad Holanda?- hay que tener soldados desertores, como Robben, el más sudamericano de los europeos del Mundial.

Se me antoja interesante que el debate mundialista deje de lado los números del esquema. Que se hable de sistemas sin incluir a los jugadores no es atinado. Alguien podría poner una panadería, pergeñar cómo será el horno y hasta saber si cocinará a gas o a leña. El tema es que necesitará un maestro panadero. Con todo lo otro solo no le alcanzará. Aquí los mejores muchachos del viejo mundo parecen no reparar en que ellos son capaces de elaborar el pan. El formateo es tan grande que antes lo entrenaban, ahora ya lo llevan en los genes. Por ahora lo están aprovechando los Neymar, los Messi, los que saben lo que se aprende en el baldío: que a veces, cuando viene la madre censora a culminar con el picado en el barro, no hay que hacer caso.  

22 de junio de 2014

Sincretismo



Dejé botellas en el altar de la difunta
prometí al Gaucho visitarlo por Mercedes
até un pañuelo de pilato por la punta
voltee un vaso por si el triunfo se me pierde



Acudí a Expedito “esto es urgente”
manos en cruz ahí nomás recé un rosario
ahuyenté a tanto basilisco de mi mente
Ceñí al cuello un bendito escapulario

Fui a una audiencia con José y con María
Me arrodillé frente al fiel niño de Atocha
pedí a San Roque que quitara de la vía
a esa peste vil que se llama la derrota

Pisé la mierda de los perros de este barrio
Teñí de rojo el color de un calzoncillo
agregué una hoja al trébol de mi patio
Llené con ruda el vacío en mi bolsillo

Recién entonces alivié en algo mi pecho
mas sin dejar de mi ateísmo un resabio
encaré la puerta, apoyé mi pie derecho

y ya más tranquilo... marché para el estadio 

Claudio "Turco" Cherep

21 de junio de 2014

Irán, Messi y el mundial de los juicios rápidos

Migajas de Messi y abundancia de Romero alcanzaron para superar apenas a Irán. Los nervios conspiran para lograr identidad. Pero yo confío en este equipo, tanto como desconfío de las sentencias presurosas de la web.


Este es un Mundial de muchos goles y de juicios rápidos. Para Argentina quizás sea al revés. Un Mundial con pocos goles pero con una sentencia que deberá esperar. La inmediatez, ganadora de todas las partidas a la paciencia, la cantidad de horas por día para el análisis de algo que solo dura noventa minutos y la búsqueda de consideraciones definitivas antes del desenlace abundan en Brasil, como la feijoada o el clima mundialista. La Selección de Sabella tiene carencias, claro. Pero más sufre por los que les piden que haga el segundo gol antes que el primero.

Irán fue un escollo de cuidado. Porque jugó por encima de sus posibilidades, porque Argentina jugó por debajo de las suyas, pero porque los juicios previos ya vaticinaban la goleada. Son los mismos juicios que dieron candidata a Italia en la primera jornada y quitaron el concepto en el segundo partido. Los que gastaron a cuenta de España y ya lo borraron con el codo. Por face, twitter, radio, tv, las veinticuatro horas alguien está sentenciando actuaciones, roles, jugadas, goles. En el césped, sino pregunten a Inglaterra, la cosa es bastante diferente.

Con la misma vorágine que consumieron a Sabella por la tan mentada línea de cinco, en el partido ante Bosnia, ahora no repararon en que Argentina puso tres arriba, como pedían todos, pero no pudo ser profundo. Con la misma ligereza que sacaron a Costa Rica de la Copa antes de que empiece, ahora hablan de la "cenicienta centroamericana". Ahora, ¿eso quita que Argentina esté lejos de su nivel? No. Por más que Messi sea decisivo se lo necesita más participativo. Por más que Sabella reconozca errores, deberá encontrar el funcionamiento. Y en ese sentido, me permito no ser pesimista.

Desde octavos en adelante, Argentina se medirá con rivales que de ninguna manera podrán jugar como Irán. Necesitarán buscar para seguir adelante y en la búsqueda puede que aparezcan los espacios que hoy el equipo de Sabella necesita. No obstante, para buscarlos tendrá que tener variantes que hoy no mostró. Acaso un socio para Messi como Ricky Alvarez. Quizás un Gago más participativo, como en el segundo tiempo ante Bosnia. Y, sobre todo, la mejora en rendimientos individuales como Di María o el propio Messi, a pesar de su virtud de sellar la suerte de un partido de un momento a otro.

El beneficio mayor, está claro, es la clasificación en mano. Es bien difícil -sobre todo cuando los tiempos son breves como en un mundial- darle fisonomía a un equipo que pierde. Que la selección haya ganado sin jugar bien y ya esté en octavos es factible que llevará la tranquilidad suficiente para repensar algunos conceptos. Ahora será el tiempo otra vez de los que enjuician lapidariamente. Ya lo habían matado a Romero, hoy figura. Ya habían dicho que Rojo no; y hoy fue más que importante. Ya tenian la garganta y el teclado listos para lapidar a Messi...


20 de junio de 2014

Que no se diga, Platini. Los franceses no saben jugar al fútbol

Marine Le Pene -hija de tigre- gana escanios para la extrema derecha gala con los argumentos de siempre: ajuste y expulsión de los extranjeros. Pero cuidado, no sea cosa que se queden sin equipo.



París es una fiesta. Hay muchos franceses pálidos de ojos azules que frente al Arco del Triunfo, al pie de la Torre Eiffel o en los elegantes restaurantes de los Champs Élysées festejan cantando la Marsellesa. La alegría solo ha podido ser posible gracias a un grupo de hombres que no son franceses, que tienen ojos oscuros como la piel y que no saben cantar la Marsellesa. En el Stade de France esos muchachos desatan un festejo más alocado -menos francés- con sus torsos desnudos y la bandera de cada una de las patrias que sienten propias, tras conquistar la primera Copa del Mundo para Francia en 1998. Jean Marie Le Pen, el candidato de la extrema derecha, se queja en los medios de comunicación por esos 17 jugadores -de los 23 del plantel- que no solo no son franceses, sino que la mayoría son negros.

En la desigual Francia de Chirac viven africanos que no pudieron ser Desailly o Vieyra, los baluartes del sistema defensivo. Venden baratijas y moran en los suburbios, amontonados en departamentos, sospechados por la policía y propensos a las trifulcas callejeras donde siempre la ley les guarda la peor parte. Pero festejan también. Acaso sienten más propios al argelino Zinedine Zidane, al ghanés Bernard Lama, al caledonio Karembeu o al armenio Dyorkaeff. Y puede que tengan razón. Lilian Thuran tiene el tupé de dedicarle el triunfo a su abuelo, porque murió peleando por la independencia de la Isla de Guadalupe que es... una colonia de Francia. La extrema derecha vuelve a irritarse pero no puede azotarlo. Ahora es un futbolista galo campeón del mundo, no como esos otros vendedores ambulantes, portacaras, no-franceses.

El pasado domingo 25 de mayo, 18 días antes del inicio del Mundial, Marine Le Pen ganó las elecciones europeas con el 25% de los sufragios. La segunda minoría quedó constituida por la Unión por una Mayoría Popular, un espacio político que solo puede estar al centro si es que a la derecha hay un Le Pen. La hija del viejo Jean Marie también está preocupada por la ola de inmigrantes que le quitan la comida y el trabajo a los franceses de verdad. “Que se aplique la política de los franceses, para los franceses y con los franceses”, bramó unos minutos después de conocer el resultado del escrutinio. Fue un tiro por elevación para la conducción de la zona Euro, pero todos sabemos bien de qué habla cuando dice “los franceses”.

Igualmente, la blonda Marine deberá tomar nota del equipo que busca reeditar el triunfo conseguido aquella vez en París. Mamadou Sakho es hijo de senegaleses, lo mismo que Bacari Sagna y Patrice Evra, que también llegó desde ese país del norte de África. Eliaquim Mangala nació en el Congo, Paul Pogba es hijo de guineanos y Moussa Sissoko es de Malí. También están los angoleños Río Mavuva y Blaise Matuidi, sin olvidarnos del tunecino Loic Remy y el argelino Karim Benzema que -por las dudas ya lo aclaró- ni piensa cantar la Marsellesa. Al menos está también Rémy Cabella, que no será puro pero no es negro, sino de ancestros italianos.

Esta vez Francia no tiene un equipo que le permita soñar con repetir el lauro parisino de 1998. Lo que continúa indenme es el discurso fascista de sus principales referentes políticos. Lilian Thuram, el elegante defensa y autor del libro “Mis estrellas negras” lo definió mejor que nadie Nací en Guadalupe y cuando llegué a París, con nueve años, vi unos dibujos animados en los que aparecían dos vacas: una negra, muy estúpida; y una blanca, muy inteligente. Mis compañeros me llamaban Noiret. Le pregunté sobre ello a mi madre. y me dijo: ‘Es así, son racistas’. Luego, tuve la suerte de que me explicaran lo que es el racismo. Se necesita superar el sentido de culpabilidad”. Quizás Marine y su papá no se hayan detenido ni un minuto en leer un libro escrito por un negro.

19 de junio de 2014

Tavárez, si no juega Lugano póngalo a Artigas

Uruguay tiene una parada brava y se queda sin su capitán. Ya que hoy es el cumpleaños del Protector de los Pueblos Libres, yo lo probaría ante Inglaterra, rival que ya conoce.


Para mí que no lo va a defraudar, don Tavárez. Yo que usted pruebo. Total, muy bien no le ha ido el primer partido. Además, él sabe como nadie lo que significa jugar contra Inglaterra. Claro que no es bueno quedarse sin Lugano. A quién le va a gustar. Pero no me diga que Artigas no puede jugar perfectamente en la última línea. Si ha jugado cada uno allí. ¿Que se necesita para plantarse ahí atrás, eh, qué se necesita?. Liderazgo. Bueno, Artigas lo tiene. Cabeza levantada. ¿Quién levantó más la cabeza en el paisito, eh, quién?. Pertenencia. Bueno, pero si hasta su abuelo nació en Montevideo. Póngalo a Artigas, Maestro, hágame caso.

Es cierto, hoy el fútbol se juega más rápido. A eso no se lo voy a objetar. Igual, concédame que con Lugano también podríamos perder. Y, le pregunto, Maestro, ¿qué le va a dar más espaldas a usted, perder con Lugano o perder con Artigas? ¿Quién se lo va a objetar? ¿Que la prensa tira para los de afuera? Pero en todos lados pasa eso. Lo importante es que piensa el pueblo, no la prensa. Si desconfía de la experiencia, tampoco se crea que Luisito Suárez o Forlán son pibes. Ellos también son veteranos. Con la diferencia que se fueron a hacer la plata afuera, no como Artigas. ¿Sabe cuánto valdría hoy Artigas, Maestro?

Para mí que hasta Godín va a rendir mejor con Artigas al lado. Si el partido viene bravo, algo que con los ingleses es más que probable, el Protector agarra la lanza y agarráte catalina. Pruebe, Maestro. Hay que hacerse respetar porque si no nos volvemos en la primera ronda. Para salir del fondo tiene que haber gente que pida la pelota cuando las papas quemen. ¿O quién se cree que inventó la garra charrúa por la que hoy nos conocen en todo el mundo?. Póngalo a Artigas, Maestro. No haga usted como esos pibes con acné que ven su poster amarillento en la habitación de los padres y hasta esbozan una sonrisa socarrona y desmemoriada.

Le reconozco que Artigas en su paso por el extranjero no tuvo un buen momento. Pero tampoco se crea que fue todo culpa de él. Algunos dirán que no se adaptó al juego de los otros países. Yo más bien creo que en los otros países no se adaptaron a su juego. Esa es la justa. Cuando a Arévalo Ríos o a Cavani los vendieron tuvieron que cambiar la forma de jugar, de vestirse y hasta de alimentarse. Y yo no digo que no sean buenos. Pero me quedo con Artigas, que jugara donde jugara, no dejaba atrás ni un hábito, ni una costumbre, ni una maña. No traicionarse le dicen a eso.

Dele, Maestro. No va Lugano, póngalo a Artigas, que el fulbo, como la política, no tiene un modo de jugarse antes y uno ahora. Fue siempre igual. Siempre hubo el que juega y el que juega para los otros. El que pega y el que sale jugando. El que la pide y el que se esconde. El que amaga una conducta y termina por ejercitar otra. El que va al frente y el que arruga. Lo otro es pura gilada. ¿Que cambió la velocidad? Se lo admito. Pero Artigas cumple hoy 250 años y todavía lo nombran. Con todo respeto no creo que pase eso con los otros. No sé. Para mí.  

18 de junio de 2014

Lo que el Zabeca le dijo a Camus

Ayer jugó Argelia, que a juzgar por lo que tiene no va llegar lejos en el Mundial. Aquí le dejamos un tributo a uno de sus mejores hombres, para mitigar tan poca capacidad de juego.



Esta que te voy a contar no me la vas a poder creer. En Italia fue. Te lo juro. Mundial del '34. Cómo pasa el tiempo, la puta madre. El Zabeca y yo estábamos. Y dos porteños y un tucumano que la movían más o menos. Pero el Zabeca y yo habíamos ido juntos. Mochileros a Europa, esas cosas de los 25 años. Y a ver el Mundial, claro. En barco fuimos. El mismo barco en el que viajaron los jugadores argentinos. Avión en esa época era palabra mayor. Capaz que si iban los profesionales, algún vuelo conseguían. Nomás que viajaron todos muchachos del interior, solo para cumplir. Igual, ahí había cada nene. Estaban Wilde, Galateo y Astudillo, nada menos. Eran pibes de la edad nuestra. Hacían chistes de marineros y esas boludeces. Que los iban a agarrar de cocineros, que no fueran solos a la bodega. Tres semanas duró el viaje para jugar un solo partido y chau. Por eso con el Zabeca nos quedamos. Ya que los suecos nos pegaron un paseo nosotros nos quedamos a pasear por Italia. El Zabeca hablaba como el orto el italiano. El español también. Así que imagináte el italiano. Y yo nada. Ni una palabra. “Piazza San Marco”, leía en los cartelitos. Y yo pensaba que era una pizzería. “Duomo de Florencia”, me decían. Y yo pensaba que era un mina que tenía un lomazo. En mi barrio nos habían dicho que íbamos a entender por fonética. Las pelotas. El Zabeca separaba en sílabas las palabras y levantaba la voz. Pedía un cortado y decía “un-cor-ta-do-por-fa-vor”. Además exageraba la gesticulación dejando la sensación de que la boca se le podía salir en cualquier momento. Con un poco de suerte, a veces arrancaba una sonrisa. Los tanos son calentones. La mayoría de las veces pensaban que los estaba cargando y le decían -esto sí se entendía clarito- “¡figlio di puttana!”. “Es una barrera tremenda la lengua”, se sinceraba el Zabeca cuando la noche y la cerveza le ponían la cabeza en el origen.
Ahora, ¿no me digas que el fútbol no es un idioma universal? Cuatro horas caminamos con el Zabeca sin que nadie nos dirigiera la palabra. Ni los vendedores ambulantes nos daban la hora. Nos veían con pinta de secos o no se querían gastar en comprendernos. Le tiramos monedas a la Fontana di Trevi y nos colamos en el Coliseo. Que se yo. La costumbre. Siempre nos colábamos en la cancha, mirá si no nos íbamos a colar ahí, donde no se jugaban más partidos con leones. “Si nos preguntan algo vos hacéte el boludo como si no entendés”, me dijo el Zabeca. No necesitaba hacerme el boludo. No entendía. Después caminamos más allá, hacia el trastébere. Cruzamos el hilo de agua por un puente donde se notaba claramente la mano romana hasta meternos en andurriales que se emparentaban un poco con los nuestros. Ahí fue que encontramos a los dos porteños y al tucumano. No me vas a creer. Seguro que no me vas a creer. Llevábamos bolsos de mano de tela de carpa. El cielo estaba amenazante y cuando se mojaban pesaban el doble. Cargábamos con el cansancio del día y el fastidio de la eliminación del mundial. Uno le pidió un cigarrillo al Zabeca. “Un pucho”, le dijo. Argentinos. Nadie más que nosotros dice “un pucho”. Teníamos tanta necesidad de comunicarnos que empezamos a charlar cualquier pelotudez. Fantaseábamos con que las tanas nos miraban. Pateábamos tapitas. Pocas tapitas. Porque ahí nadie tira nada al piso, como dice mi tía. Los porteños y el tucumano también estaban gitaneando el viejo mundo. Se lo querían comer, como nosotros. Bordeamos un lago que tenía una fuente artificial y el tucumano los vio primero. Había cinco tipos como nosotros jugando un picado. Te dije que no me ibas a creer. Un picado como los nuestros pero en una plaza de Roma. Estaban vestidos casi ridículamente, con pilcha de universitarios. Nos miramos y no hizo falta que dijéramos nada. Se armó un desafío. Los europeos eran como uno de esos equipos que llamaban “Resto del Mundo”. Había de varias nacionalidades, algunas un poco imprecisas. Pero lo que es seguro es que el arquero hablaba en francés. El Zabeca armó el arco nuestro. Con un bolso hizo un palo y con un jumper que nunca usó porque hacía calor hizo el otro. Midió a ojo y trató de que fuera más chico que el que había armado el franchute, con dos pilas de libros, a unos 30 metros del otro lado. Cagate de risa pero el tipo hizo el arco con dos pilas de libros. Nosotros estábamos acostumbrados a jugar en la calle, en el empredrado, de modo que el césped que había nos parecía suficiente. El parque no tenía árboles en el medio, como el que teníamos cerca de mi casa. El tucumano fue al arco y yo me planté atrás. Los dos porteños fueron al medio y el Zabeca, que jugaba bien, se paró arriba. No sé si para impresionarlos o por la costumbre, el Zabeca se quedó en patas. Así y todo, no habrán ido dos minutos cuando bajó a buscarla unos metros, se sacó de encima un grandote con aspecto de alemán y le clavó un bombazo que desparramó los libros del palo derecho y, ya hecho gol, cayó al lago que había detrás del arco. El Zabeca les gritó el gol en la cara con cierta desmesura para lo que era un amistoso en un parque de Roma. El franchute frunció el ceño y dejó entrever cierta molestia. Tenía la frente despejada y se le pronunciaron unas grietas de tipo de más edad que la que aparentaba. Bajó la mirada y no dijo nada, pero quedó caliente. Después nos metieron dos pepas pero las aguas no estaban calmas. A la jugada siguiente el Zabeca le echó tierra en los ojos al franchute cuando salió a buscar un centro y se pudrió todo. El tipo dejó la pose mansa y, de callado nomás, le metió un cabezazo en la pera al Zabeca, que no llegó a explicarle que en Argentina eso valía, que así había sido la jugada previa al gol de Onzari, que dio nacimiento al gol Olímpico. Los demás intentamos separar pero ya era tarde. “¡Tregua civil!” decía el golero con ínfulas de boxeador, pero seguía tirando trompadas. El Zabeca se repuso y alcanzó a meter una mano discreta. “Te voy a dar el derecho y el revés”, insistía enajenado el franchute. No había manera. “Sos una peste”, replicó el guardameta. “¿Y vos? ¡Porcona!”, le hundió la daga el Zabeca que algún insulto en italiano manejaba. Hasta que por ahí uno del equipo de ellos que quería seguir el partido lo agarró del cogote al francés al tiempo que le gritaba “Albert, anarquista de mierda te voy a hacer pelota sino nos dejás seguir jugando”. Pero el franchute no se amilanó y le retrucó “Vos Sartre te podés ir bien a la concha de tu madre”. Entonces ahí el Zabeca se dio cuenta con qué rivales estábamos pateando. Porque el Zabeca no habrá terminado quinto pero es muy lector. El Zabeca no tuvo suerte pero es autodidácta. Por eso agarró la pelota, se corrió levemente a un costado y mirándolo a Camus, el arquero, le soltó una frase que quizás marcó a fuego su obra posterior vinculada a la conciencia del absurdo: - ¡Argelino sometidoooo! -lo laceró el Zabeca con toda su sabiduría de la calle. Después no recuerdo demasiado, porque llegaron los carabinieris y empezaron a repartir zurrazos por todos lados. Y ojo que no eran cualquier carabinieris. Eran los de Mussolini, que se habían contagiado los malos modos de su jefe, así que la ligamos, como se dice acá, por el campeonato del mundo. Lo único que me quedó en claro es que, por más voluntad que uno le ponga, suele ser bastante difícil comunicarse en el extranjero.




17 de junio de 2014

Brasil 1950. Echále la culpa a Perón

Fue el Mundial que parió la palabra que 64 años después sigue hiriendo al fútbol brasileño: “maracanazo”. Argentina desertó y los contreras le siguen echando la culpa a ese varón argentino.


Es un clásico del relato uruguayo. Maracaná es un infierno encantador porque Brasil, el país organizador, está obteniendo la Copa del Mundo que había organizado. Los jugadores vestidos de celeste están desconcertados. Todos menos uno: Jacinto Obdulio Varela. El centrojás oriental toma la pelota entre sus manos y discute con el juez del partido. Demora. Espera que la masa se derrita al calor de la victoria parcial y deje de gritar. Con eso alcanza. Un rato después, el Ñato Ghiggia y el Pepe Schiafino dan vuelta la historia y Uruguay desata la tristeza colectiva más grande que la historia del fútbol recuerde. Hay suicidios en las tribunas y condenas perpetuas para los futbolistas del scracht.

El Mundial alumbra nuevas estrellas pero se ha privado de muchas, la mayoría argentinas. Desde hace dos años que Alfredo Di Stéfano. Pipo Rossi, Fernando Bello, Julio Cozzi, Cuila Sastre, René Pontoni, entre otros ilustres y hasta completar una nómina de 57 futbolistas, se han ido a jugar a Colombia. Otro fueron a otros países hasta estirar la lista a 100. Entre los exiliados hay un nombre fundamental dentro y fuera de la cancha: Adolfo Pedernera. El cerebro de la Máquina de River había sido el abanderado de la sindicalización de los jugadores y uno de los constructores de la histórica huelga del '48 que tuvo en vilo al fútbol argentino durante 6 meses.

Cuando se disputó el Mundial de Brasil el presidente de la AFA era Valentín Suárez. Estaba identificado con Banfield . A él le atribuyen una argumentación débil en cuando a la ausencia argentina. Según algunas fuentes Suárez -que era peronista- responsabilizó a Juan Domingo Perón por no enviar una representación nacional al campeonato del '50. Los motivos son menos sólidos. Que Perón -sabedor de la imposibilidad de contar con los mejores jugadores que se habían alejado del país- tenía miedo de perder. Y que perder no figuraba en el ideario político -ni en el deportivo- del caudillo criollo que reinvindicaba a los perdedores de siempre.

Además, la histórica huelga de jugadores fue apoyada por el peronismo con su consabida política de empoderar a los sindicatos. Víctor Lupo, en su trabajo “Historia política del deporte argentino” lo narra con precisión. Al estallar el conflicto la AFA era conducida por el justicialista Oscar Nicolini, a quien secundaba el radical racinguista Daniel Piscicelli. Estando fuera del país Nicolini, Evita citó a Piscicelli a su despacho para que solucionara el problema con el gremio de jugadores que -nacido en el '44- tenía su primer problema de fuste. Cuando el dirigente entró al despacho de Eva ella lo esperaba con Adolfo Pedernera, el líder de la huelga.

Según palabras del propio Piscicelli citadas por Lupo, la abanderada de los humildes le dijo: “Piscicelli, hay que arreglar muchas cosas ahí en la AFA. Ahí en la casa de la calle Viamonte hay una cueva de antiperonistas y usted lo sabe muy bien”. Las cosas no se arreglaron, ni siquiera al regreso de Nicolini desde Europa y los jugadores terminaron por marcharse. Colombia resultó beneficiada por la medida. En Bogotá, en Cali, en Medellín y en otras ciudades, los más grandes futbolistas argentinos, y algunos de los más grandes de todos los tiempos, silenciosamente empezaron a plantar algunas semillas que luego germinarían en los nombres de los Valderrama, los Asprilla o los Rincón.

Sin embargo, conviene buscar las causas del faltazo argentino en el '50 un poco más atrás. Cuando se inició la disputa mundialista, la FIFA planteó una alternacia entre América y Europa que no iba a cumplir. En el '30 se disputó en Uruguay, ganaron los locales y Argentina, que ya era una potencia, obtuvo el segundo lugar. En el '34 la copa fue al viejo mundo y nuestra representación no llevó a los profesionales, de modo que apenas disputó un partido y volvió a casa, con futbolistas del interior que viajaron en barco. Pero en el '38 la FIFA debía devolverle la sede a América y no lo hizo, sino que se la otorgó a Francia. Argentina tenía la palabra que iría a ser la organizadora y se sintió defraudada, de modo que no asistió. Tras la interrupción por la Guerra, la copa volvió al cono sur... pero a Brasil. De ahí el enojo diplomático deportivo que derivó en una nueva deserción.

El enojo de proporciones no fue solamente con la FIFA, sino también con Brasil. En términos deportivos, Argentina tenía equipo como para ganar la Copa, inclusive sin sus principales jugadores. Había obtenido los sudamericanos desde el '45 al '47 ininterrumpidamente y le había ganado a la verdeamarelha con claridad incluso unos meses antes del mundial. Pero evidentemente en los escritorios la cosa era distinta. El peronismo llegó a romper relaciones diplomáticas con el gobierno de Gaspar Dutra y solo la reanudaría cuando accediera al poder el recordado Getulio Vargas, con quien el propio Perón tenía una relación afectiva más cercana.

En el mundial siguiente, en Suiza, Argentina, que seguía dominando el escenario sudamericano y que ya había dejado atrás el conflicto de los jugadores tampoco asistió. El fútbol nacional tenía ya nuevas figuras, de modo que hubiera sido imposible volver a atribuir el faltazo al miedo a perder que tenía Perón. El enojo del General todavía duraba. Para los contreras solo se trataba de julepe. Quizás por eso un año después se envalentonaron y le bombardearon la plaza. Pero eso es un capítulo que no tiene nada que ver con el fútbol.  

16 de junio de 2014

Posesión del balón o blá blá blá

Este artículo no será para hablar mal de la posesión del balón, sino para cuestionar a los que se pasan el tiempo -y el mundial- hablando de posesión del balón. Estos no poseen, sino que son posesos. O poseídos. Aclarado. Vamos.


Desde que la tecnología ha incorporado la posibilidad de medir la posesión del balón, cientos de academicistas del fútbol analizan los partidos desde un punto de partida tan dudoso como la medición misma. Pretenden que los merecimientos de un equipo u otro se deben exclusivamente a cuánto tiempo tuvo el balón y, como consecuencia de ello, cuánto no lo tuvo su rival. Está claro que tener la pelota es imprescindible para atacar y el mejor modo de defender. Pero no todo es cuestión de computadoras, aunque se enojen mis amigos fanáticos de la play.

Coincidimos en que hay que tener la pelota. Ahora, vale la pena discutir la calidad de la tenencia. ¿Es lo mismo disponer del balón en el propio campo que en el ajeno? ¿Es igual la posesión tirando al arco que sin tirar ni una sola vez? Desde luego que no. Hoy inclusive es factible medir cuántos kilómetros corre un jugador durante un partido. Claro que no hay computadora capaz de decirnos cuánto ha corrido ese muchacho siendo útil al equipo y cuánto ha corrido al pedo. El prejuicio nos dice que en general, suele pasar que el que más corre no siempre es el que mejor juega.


Ahora, volviendo a la posesión, a los posesos de la estadística y a los poseídos por la PC, vale compartir una anécdota. Cierta vez un conocido me convidó con una visita en su casa. Lo encontré en la calle. Andaba en un auto sencillo que no recuerdo. Acaso haya sido un Duna o algo así. Quedamos para otro día y cuando llegué a la cita, detrás de una cortina de lona que cubría un garage luminoso resplandecía un auto importado, de esos que uno solo había visto en las películas. Nada que ver con el usaba todos los días. Era descapotable, como los que usan los actores exitosos de las películas Clase B de los yanquis para pasear rubias operadas de los labios y las tetas.

No me gustan demasiado los autos. Igual le hice un cumplido pero mi desamor fierrero me impide recordar que coche era. Brillaba, eso seguro. ¿Un Audi? ¿Un BMW? Quizás. Lo que jamás pude olvidar es el argumento del poseedor del vehículo. “Nunca lo saqué a la calle. Nunca. Lo tengo para mí, porque me gusta coleccionarlos. Pero no lo saco jamás. Solo le prendo el motor cada tanto, porque gasta mucho. Y lo lustro -se notaba que sí, pensé- lo lustro todos los días”. No pude comprobar otros detalles porque enseguida me llevó a un jardín donde esperaban unos mates humeantes. Pero sí pude saber que estaba frente a un miserable.

¿A qué viene esto? Sencillo. Se puede ostentar la posesión de la pelota e igual ser un miserable, como este aprendiz de coleccionista. ¿Para qué poseerla? ¿Quién la posee y cómo? ¿Para donde la poseemos? ¿En qué sector del campo la poseemos mejor? ¿La poseemos sin saber qué es lo que haremos con ella? Tenerla sin disfrutar de ser profundos cuando el partido lo requiere, sin medir cuando va la pausa y cuando se asume el riesgo es onanismo futbolístico puro. 

Y un detalle. En este Mundial, como en todos, pero también en cualquier partido que se juegue en el barrio, no hay ninguna computadora que nos pueda decir cuando gambetear, cuando tirar; cuando acelerar, cuando frenar; cuando pasar, cuando dar pase; cuando girar, cuando parar; cuando retroceder, cuando adelantar. De eso se encargarán siempre los jugadores, que seguro no hablan de estadísticas de posesión en el vestuario. Si no creen, preguntenlé a Pirlo.

15 de junio de 2014

¿Qué te pasha, Argentina, estásh nerviosha?

Un gol en el comienzo del estreno mundialista supone ser a la medida del que lo marca. Para Argentina no fue así. Sufrió, rectificó a tiempo, ganó. Apenas eso, tanto como eso.


No nos gusta hablar de los entrenadores, pero los cambios que introdujo Sabella al equipo que venía siendo base y que él consolidó con dedicación y contra corrientes "tevezianas", nos obliga a hacerlo. Dudó Sabella. Y no está mal dudar. El tema es que dudó en un momento poco recomendable. Lo hizo en la antesala del debut en una Copa del Mundo. Y puede que las dudas se hayan contagiado hecho nervios. A favor, lo admitió y lo rectificó. Con esos ajustes a tiempo, chispazos de Messi y el oportuno primer pase de Gago, alcanzó para Bosnia. Claro que no alcanzará para mucho más y es ahí donde deberán acabar las dudas y tendrán que llegar las certezas.

Lo extraño de la tarde donde la crisis del país hizo que solo 50 mil argentinos pudieran copar Maracaná, fue que un gol de entrada (bendición en un estreno ecuménico) no sirvió para descomprimir. Bosnia ni pensó en tener la pelota. Pero Argentina la perdió sola porque los cinco defensores no tuvieron salida clara, además que -a excepción de Fernández- se mostraron siempre irresolutos y como si tuvieran demasiada responsabilidad sobre las espaldas. Además, Messi confinado a la soledad se mostró fastidioso y poco participativo. Di María, perjudicado por el esquema, no pudo aprovechar su velocidad para afuera. Lo único positivo es que enfrente estaba Bosnia...

En la segunda mitad Sabella corrigió y con un Gago fundamental, Messi liberado e Higuaín generando espacios y preocupación, llegó lo que debió ser la resolución del partido. Que al gol lo haya hecho Lio no fue menor. Que se le haya pasado el enojo una vez que estuvo bien rodeado tampoco. Que haya tenido más contacto con el balón, algo necesario. Después vino un rato de agonía, más propia -otra vez- de los nervios del estreno, que de las posibilidades reales del adversario de poder igualar.

Ahora vendrá el tiempo de la reflexión. Sabella es inteligente. Apenas terminó el partido admitió su error, ese que había corregido en el entretiempo. Sabe que este no es la ruta mejor. Pero debe pensar en la intimidad cual es el nivel de respuesta que puede encontrar con algunos jugadores, una vez que la copa progrese. La ventaja es que con lo que hay alcanza para pasar sin despeinarse la primera ronda. La duda es comprobar si los nervios son solo producto del debut o tienen que ver con que algunos futbolistas descubren sus limitaciones y no pueden convivir con ellas.

14 de junio de 2014

Argentina, otra vez en el camino del Mariscal Tito

Desde Yugoslavia, en el Mundial 90, pasando por Croacia, Serbia y Montenegro y ahora Bosnia y Herzegovina, nuestra selección jugó con casi todos los países balcánicos, tras las guerras que escindieron lo que para Broz era una sola comarca. 



Las montañas sanjuaninas quedan lejos de los montes balcanes. El obrero joven que -junto a otros miles de obreros- pica tesonero y fastidioso una roca por donde al final de la quimera la mano del hombre ganará para abrir un túnel, mira el suelo y habla poco. Es la década del 20 del siglo pasado y el obrero no tiene nombre. O no quiere decir como se llama. O se hace llamar de un modo que no es el que dice su documento, si es que tiene documentos. En el país gobierna Irigoyen y el estado está preocupado por algunas ideas anarquistas.

Dicen que el obrero joven se irá luego a Salta, donde se ha proyectado el Tren a las Nubes. Dicen que sus ojos profundos miran más allá de las montañas. De las sanjuaninas y de las balcánicas. También dirán que pronto conseguirá un trabajo menos duro en Berisso, cerca de La Plata. Que en los frigoríficos incipientes comenzará a sembrar la semilla del comunismo entre el resto de los obreros, muchos como él, llegados desde la Europa pobre y en guerra, discriminadora y expulsiva, ardiente y siempre mal repartidora de sus ganancias.

Dicen que este hombre que sabe más de lo que dice se llama en verdad Josip Broz y que nació en una aldea del imperio astro-húngaro en 1892, según sus biógrafos y para más datos un 7 de mayo. Dicen que allí trabajó hasta que lo reclutaron para ir a pelear. Dicen que se escapó de la primera Guerra Mundial y que en Argentina se hizo hincha de Estudiantes de La Plata porque los colores de ese equipo son los mismos de los del cuadro que él supo querer en la lejana Belgrado, el Crvena Zvezda (ver: misteriosdelaplata.blogspot.com).

Ahora es el Mundial de Italia de 1990. Sergio Goycochea se arroja a medio vuelo hacia la izquierda y pone los puños delante de su pecho. Es suficiente para que el remate de Savisevic rebote en sus manos y Argentina elimine a Yugoslavia en los cuartos de final. La leyenda de Goyco empieza a nacer desde los doce pasos. La leyenda de Josip Broz, a la postre el Mariscal Tito, ya había nacido hace muchos años y hacía una década que se había -presumiblemente- muerto tras mandar en esa tierra díscola, como un Perón balcánico que ofrecía una tercera posición a la Europa que se dividía entre nazis y soviéticos.

En Rivadavia, a unos pocos kilómetros de la capital de San Juan, cerca del autódromo “El Zonda”, hay un museo que está dentro mismo de una montaña. La cueva tiene más de 100 metros de largo y para Domingo, su sostenedor, aficionado a la ciencia, este “es el museo más raro del mundo”. Aquí se puden encontrar de un cráneo de dinosaurio, pasando por un puma embalsamado o una serpiente en formol. Para Domingo no hay dudas: uno de los que cavó para que la montaña se abriera sin gritar “sésamo” fue Josip Broz.

Ahora es el Mundial de Francia de 1998. Cuatro años antes, en Estados Unidos, no hubo selecciones balcánicas. 18 años después de la presunta muerte de Tito, su Yugoslavia se desintegró tras la caída del comunismo y las guerras que desgarraron la comarca parieron nuevas viejas naciones. Por eso Argentina se enfrentó con Croacia, que tenía los mejores jugadores de la Yugoslavia que supo ser. Stojkovic y Prosinecki, Suker y Boksic, entre otros, lo que le alcanzó para un histórico tercer puesto. También participó aquella vez la República Federal de Yugoslavia, sin suerte, casi como en la vida misma.

En España dicen que Tito no murió cuando dicen que murió. Como a toda leyenda, le guardan una muerte dudosa. Quienes abonan teorías conspirativas creen que el Mariscal perdió la vida durante el franquismo y que fue reemplazado por un agente ruso, al que los íntimos podían distinguir por eso de las tonadas o de cómo montaba a caballo. Absurdo como la guerra misma. También decían que había tenido un hijo que nunca apareció para reclamar el cuerpo de su padre y que se había casado a los 20 años con Marusa Novakova que, por supuesto, no lo acompañó por su derrotero en la Argentina.

Ahora es el Mundial de Japón y Corea 2002. Croacia vuelve a clasificar y los pibes que descollaron en la Copa del Mundo anterior se ponen viejos y no superar la segunda ronda, como la Argentina de Bielsa. Pero además, aparece una nación balcánica que tomará parte por primera vez de un campeonato ecuménico. Es Eslovenia, una cenicienta futbolera que tampoco puede mitigar el dolor de tanta destrucción con una sonrisa y acaba la copa al cabo de tres partidos, todos ellos perdidos con comodidad.

Para la Segunda Guerra Mundial, Tito estaba en Zagreb y -dicen, otra vez dicen- que se trasladó a Belgrado con pasaporte falso. Desde allí comandó el Ejército Popular de Liberación y Separación Partisana de Yugoslavia y, con un culto a la guerra de guerrillas, liberó buena parte del territorio. Los nazis querían el cadáver de Tito a cualquier precio pero él, dicen -siempre dicen- logró burlarlos atravesando territorios al comando de su tropa, ahora con pasaporte... alemán. Al finalizar la gran masacre Tito se dedicó a escarmentar a los que él creía que no habían actuado acorde a las circunstancias y organizar Yugoslavia. Claro que al modo de Tito.

Ahora es el Mundial de Alemania 2006. Croacia -ya más débil- no obstante se anota en una nueva competencia entre países. Serbia y Montenegro tampoco hará roncha pero tendrá su estreno mundial. El equipo de José Pekerman le da un baile de antologia y le golea 6 a 0. Hubieran podido tener a Savisevic -el que falló el último penal ante Goyco- o a Brnovic, que eran montenegrinos, pero ya estaban pasdos en años. A la nación flamante no le importó demasiado. Tener una prueba mundialista fue más que suficiente.

El 7 de marzo de 1945, quizás porque ese día Tito cumplía años, reunió a la plana mayor del ejército para conformar el gobierno provisional de la República Democrática Federal de Yugoslavia. El Mariscal se erigió en ministro provisiorio y dejó que Ivan Subasic, representante de la monarquía, tuviera lugar en esa suerte de Primera Junta. Hubo elecciones y Tito, al comando del Frente Popular, brazo del Partido Comunista de Yugoslavia, ganó las elecciones con tantos votos como jamás soñó cuando salió hace tanto tiempo desde su aldea astro-húngara, tal vez hacia la Argentina. Tal vez.

Ahora es el Mundial de 2010 en Sudáfrica. Serbia se ha separado recientemente de Montenegro y se ha quedado, entre otras cosas, con los mejores jugadores. Eso le alcanza para llegar a la cita máxima pero no para hacer una actuación digna. Queda afuera en la primera ronda. La misma suerte corre Eslovenia, con menos pretenciones. Como a la Yugoslavia toda sin Tito, en fútbol, la fragmentación no le ha llevado a tener buenos resultados. Al menos los eslovacos pueden decir presentes, entre tantas ausencias que le dejara la guerra reciente.

En 1978 Tito, ya envejecido, aceptó ir a Estados Unidos, algo que algunos años antes seguramente no hubiera hecho. Estaba viejo y enfermo. O muerto mucho antes para algunos. En el '79 fue internado en una clínica que ya no abandonaría hasta las 15.05 del 4 de mayo de 1980, cuando murió -esta vez sí murió- tres días antes de cumplir 88 años. Cuatro reyes, treinta y un presidentes, seis príncipies y veintidós ministros, de los dos lados de la Cortina de Hierro, fueron a despedirlo para siempre.

Ahora es el Mundial de Brasil 2014. En el camino de Tito está otra vez Argentina, que se enfrentará mañana con Bosnia y Herzegovina, otro pedacito de su patria dolorida. El equipo de Sabella es favorito pero no sabemos cual será la suerte. Tampoco el destino que le cabrá -no parece demasiado feliz- a la nueva nación que debuta en la Copa del Mundo. Apenas tenemos una certeza. Con Tito en vida, hubiera seguido siendo Yugoslavia y tendríamos que ir a los penales.



13 de junio de 2014

¿Fin de la España de charanga y pandereta?

España jaqueada, su estilo no. La preponderancia de los entrenadores. De Chile se esperaba más; de Camerún no se esperaba nada. 


España tiene a Iniesta, que es un hijo no reconocido de Bochini, aunque se le nota. Tiene a Xavi Hernández a Cesc y a Pedro. O sea, tiene lo suficiente para que estas palabras que siguen puedan hacernos abdicar como al Rey. Pero uno cuenta lo que ve y no lo que irá a ver. Y da la sensación que la generación que tuvo el coraje para acabar con la furia y el fútbol para lograrlo, puede estar más cerca del ocaso, por cuestiones de DNI y de motivaciones. 
Aunque así fuere -y el Mundial se encargará de probarlo o no- España no debe rendirle cuentas a nadie. Hoy, apenas hoy, se defendió mal, sobre todo con sus centrales, atacó sin ser profundo a menos que la tuviera Iniesta y no tuvo ánimo cuando se encontró en desventaja. No obstante, quizás no hay cuatro o cinco goles de diferencia ni entre el peor y el mejor equipo del Mundial, de modo que sucedió un hecho extraordinario.
Pero eso sí, para que sucedan estos acontecimientos debe haber jugadores extraordinarios también, como Van Persie o Robben y no me dejen afuera a Blind. Holanda bailó a España aun con Sneijder fuera de su mejor versión. 

Es bien común por estos tiempos hablar más de los entrenadores que de los jugadores. Se dirá con ligereza que Van Gaal le ganó a Del Bosque. Será injusto. Pero si quieren que hablemos de entrenadores, les propongo redoblar la apuesta: hablemos de ideologías. Antes, una salvedad; Van Gaal no jugó como decían que iría a jugar. No puso cinco defensores sino que colocó tres zagueros, cuatro mediocampistas, un armador y dos delanteros. ¿O no fue Blind, falso defensor, el que consiguió la llave para abrir el arco de Casillas con sus centros certeros?

Ahora sí, las ideas. Achique, zona, barrido, presión, rombo, toque, orden, espectáculo, talento y ambición para soñar. Son las diez máximas de la religión Menottista. Menotti no las inventó, sino que las ejercitó y las divulgó. La Holanda de Michels y la España de Del Bosque, así como el Barsa de Pep la llevaron a la práctica y fueron eficaces. Es el fútbol en estado natural. Van Gaal, aun cuando le pone algunos agroquímicos a los tulipanes, tampoco olvida la esencia. Pero claro, alguno tiene que ganar. Tan viejo como el fútbol. Ante lo irremediable de que la victoria no es eterna, hay algo que sí se puede perpetuar: no traicionarse. Por eso, decía, España no le debe ni le deberá nada a nadie. 

Antes hubo un México y un Camerún que alcanzaría con dos renglones o una humorada para contar: alguien escribió en las redes sociales que los africanos necesitan un Pumpido enfrente para poder ganar, con cierto rencor por la responsabilidad del arquero argentino en el Mundial 90. Puede que necesite un Pumpido, un Fabbri y un Monzón enfrente. Igual, más que hablar de Camerún, el partido habló de México, que tiene poco y seguro pronto lo pagará, muy a pesar de los que no podamos seguir admirando a Giovani Dos Santos.

Después hubo un Chile y un Australia donde el cuadro de Sanpaoli ganó y nada más. Debía alcanzarle con un poco de Alexis y de Vidal pero Arturo no estaba pleno y el del Barsa quedó sin socios. Ganaron los trasandinos pero quizás España -me sigue dando vueltas España por la cabeza- se ha dormido algo más tranquila viendo jugar a quienes serán sus adversarios. Y, a propósito, maestro Machado, le pregunto, ¿volverá la España de espíritu burlón y alma inquieta o será que ha de tener su mármol y su día...? Conteste usted o Iniesta. 



12 de junio de 2014

Inseguridad en Brasil: robaron a Croacia



Hay un nombre impronunciable -¿cómo se dirá en croata?- que retumbará debajo de las tribunas del estadio inconcluso donde arrancó el Mundial: Yuichi Nishimura. Es el árbitro japonés que cedió la victoria a Brasil con un penal inexistente. 
Puede que los organizadores se las rebuscaran para ganar sin ayuda aún cuando no le hubieran cobrado esa falta. Pero lo cierto es que en el momento en que se produjo no estaba jugando bien. Y es aquí donde vale la pena detenerse: Brasil no ha jugado bien.

Cuando se deje de pensar el partido en japonés y se haga la valoración futbolística, veremos que el equipo organizador es vulnerable. Acaso este sea el saldo más importante. El equipo de Felipao, aún cuando seguro irá creciendo, no asusta. Sufre para defender y comete un error táctico fácil de notar: envía al ataque a sus dos laterales, lo que no es un pecado, pero el tema es que los manda a la vez, provocando que el volante central tenga que ocupar mucho campo hacia los costados y quede descompensado. Quizás la cosa quede aquí, por eso de los nervios del debut, pero con otros lo pagará caro.


¿Atributos? Por supuesto que los tiene. Neymar, más allá de los goles, asumió el compromiso de conducir. Lo esperaban como puntero izquierdo y terminó casi como un enganche, tirándose atrás y armando juego. Además, a sus 22 años, asumió que emocionalmente puede hacerse cargo del equipo. No es poco. Además, halló un socio en el que Scolari -viejo zorro- no en vano confió: Oscar. Con eso le alcanzó. Pero le alcanzó contra Croacia y deberá mejorar mucho para que le alcance con los candidatos de siempre.



En cuanto a los balcánicos, nunca hay que subestimarlos. Tienen enjundia de latinos y, por idiosincracia y supervivencia, saben afrontar las adversidades y no darse por vencidos. Además, tiene a uno de los jugadores más inteligentes de la actualidad que es Luka Modric. Quizás sea suficiente para soñar con avanzar a la segunda rueda y honrar a la generación de Prosenecki. Por lo visto hoy, será justo que reciban un resarcimiento, no en yenes, sino en goles.

11 de junio de 2014

Yo junto. Y qué ?

Arranca el Mundial con ausencia de varias figuras pero no de figuritas. Aquí, un tributo a los viejitos que seguimos juntando, oportunamente publicado en mi libro Gajos del Oficio


Aún a riesgo de ser señalado por el dedo acusador de quienes han elegido convivir con el gesto adusto, habemos quienes nos negamos a abandonar algunas prácticas de la infancia, por creer que se trata de remedios naturales para el estómago, lugar en el que podría estar ubicado el alma.
Muy cierto es que por algunos motivos nos vimos obligados a omitir ciertas conductas. Por ejemplo, por amenazantes contravenciones y edictos policiales se debe prescindir de la chabacanería de orinar pretendiendo dibujar en el pavimento el nombre de la mujer deseada. Por una penosa condición física y por la salvajada del Ingeniero Santos persiguiendo y asesinando a un ladrón de estéreos, tampoco se puede tocar timbre en el domicilio de los que duermen la siesta para luego salir disparando.
Pero ninguna ley prohibe a los mayores coleccionar figuritas. Y no cualquier figurita, sino figuritas de fútbol.
¿Qué hay detrás de la actitud de un hombre adulto que se entrevera con los pibes, discute con ellos y que es capaz de varias privaciones para conseguir la más difícil?
Los psicoanalistas dirán que estamos ante un caso típico de inmadurez. Muchas novias o esposas se arrepentirán de tenernos al lado. Los jefes de la oficina volverán a llamarnos por enésima vez “vagos incurables”.
Sin embargo, nadie tendrá razón.
Abrir un paquete de figuritas es abrazar un sueño tanto como recibir una repetida constituye una nueva postergación. Y, de no estar errados, de eso está hecha la vida de los más sencillos: de sueños y postergaciones.
Sepan censores. Con las figuritas aprendimos que a las difíciles vale perseguirlas, que a las historias repetidas hay que cambiarlas y que los que tienen dinero para comprar la caja entera, pierden destreza para la lucha cotidiana de llegar más cerca de la pared en una tapadita. Fue con ellas que manejamos a los jugadores como marionetas mucho antes de la llegada de los empresarios. Y existe , felizmente, un argumento más elevado y contundente: la quimera del álbum lleno constituye el tiempo de las realizaciones; de ahí que pocos pibes pueden llenarlo porque casi siempre aparece el sistema, el imperio, el modelo o quien sea, con la cara de las más difícil.

Además, en el accionar de los que juntan, juegan y pegan figuritas se pueden determinar conductas humanas con precisión suiza. Toda la vida existieron aprovechadores que hicieron arrebatiña, miserables que las guardaron sin asumir el riesgo de jugarlas a la encimada y mercaderes que cambiaron una por veinte. Ante tanta desgracia por suerte estamos los que nos importa un bledo llenar el álbum. Los que ayer, como siempre, solo queremos jugar. Vamos, que yo, que lo tuve al Chivo Pavoni y a Carrascosa, ahora lo tengo a Messi. Vamos a abrir otro paquete.