24 de junio de 2011

El presidente en la cancha


En 1906 el fútbol se llamaba Alumni y el presidente Figueroa Alcorta. En el interior empezaba a jugarse de la mano de la expansión de los ferrocarriles y en Buenos Aires ya estaba medianamente organizado, a partir de las ganas, pero también de la impronta, de los ingleses. A diferencia de los gringos italianos y españoles, los británicos eran una minoría en el Río de La Plata.

Pero -como en el mundo entero- una minoría influyente. El Alumni, equipo hijo del selecto English High School, dominaba los torneos locales y construía un estilo de juego que recién unos años después, con la irrupción de Racing y el primer equipo de criollos, se iría a modificar, dando paso a lo que el tablón llama “la nuestra”.

En aquellos tiempos, un día como hoy, se produjo el primer triunfo importante de un equipo argentino sobre un extranjero. Pero además, se produjo la primera capitalización de ese hecho deportivo por un político. Argentina le ganó 1 a 0 a Sudáfrica -cuya formación estaba plagada de ingleses- con la presencia del presidente de la Nación, el impopular José Figueroa Alcorta.

Dos años antes, Julio Roca había ido a la cancha. Fue el primer presidente de la nación en hacerlo. Pero el hombre de los billetes de cien pesos vio una derrota y Figueroa Alcorta un triunfo que se celebró hasta altas horas de la noche en los incipientes conventillos de los arrabales. Tanto a Roca como a Figueroa, antes de ir al estadio hubo que explicarle en detalle de que se trataba ese juego que comenzaba a invadir los suburbios.

El gol nuestro lo marcó Alfredo Brown, una de las figuras de Alumni. Y dicen las crónicas de época que el arquero argentino fue el mejor de esa cancha de Palermo donde había 10 mil espectadores. El presidente había asumido por la muerte de Manuel Quintana y, acaso con ojo de periodista de antaño (porque lo fue), acaso por consejos de sus asesores (que ya los había) fue al estadio y se llevó aplausos como no los había tenido en su gestión.

Figueroa Alcorta era cordobés y miembro en Buenos Aires de la Logia Bernardino Rivadavia. Además, tenía bigotes gruesos, escapados de la cara, amilicados y fieles a la época. Tenía cara de garca. Y como coherente actitud para con su rostro, era garca. Pudo jactarse de haber participado de los tres poderes del estado, en altos mandos. Presidente del Senado, de la Nación y Juez Supremo.

De los hermanos Brown, ya pocos hablan y del vasco Laforia, el golero que se atajó todo, mucho menos. De Figueroa Alcorta, se lo nombra en su biografía oficial como el hombre de la masonería que debió lidiar con los anarquistas (en su época Radowintsky ajustició a Falcón) y como el que propició el terreno para que Sáenz Peña impusiera el voto popular.

Además, tuvo el privilegio de celebrar el centenario de la patria. Por entonces, durante el fútbol del Centenario, el país era para unos pocos y el juego que hoy es el más popular, también. El año pasado, cuando festejamos el Bicentenario, todos debimos acordarnos un poquito de Figueroa Alcorta. Solo para decirle que un siglo después, todos los negros que no podíamos jugar sentimos que les robamos el fútbol a los garcas y que el país de la CrisPasión, así como el juego de la pelota, es un poquito más de todos.

1 comentario:

  1. Te agradezco que te hayas ocupado de Figueroa Alcorta, uno de los presidentes más buenos que tuvimos. Bueno como persona y también como político, lástima que no le dejaron hacer ni la mitad de las cosas.
    Hay unas cositas para rectificar: Figueroa Alcorta no era impopular, al contrario mucha gente lo llamaba "el presidente del pueblo" cuando lo veía. Bueno, impopular era para algunos sectores: la oligarquía roquista, los diarios La Nación, El Diario, El País, sectores del Jockey Club, etc. Para ellos sí, Figueroa Alcorta era impopular. La oligarquía llegó hasta a pagar gente para que lo silbara en el Teatro Colón en 1908, por citar solo un ejemplo.
    En cambio para la gente era el presidente del pueblo. Figueroa Alcorta se tomaba el trabajo de contestar las cartas que los humildes le escribían, pidiendo trabajo, dinero, ayuda y el presidente hizo todo lo que pudo para satisfacer esos pedidos. Porque no hacía distinción entre ricos y pobres, se inclinaba más a los últimos y a estos trató de ayudar.
    Sentó precedentes en la abolición de la pena de muerte por su actitud de conmutar la pena de los condenados.
    Tuvo muchos aplausos en su gestión y muchas cartas de los humildes que tuvo el buen gusto de atesorar toda su vida. Y no solo eso, recibía cartas hasta de pobres de Chile, que sabían bien como era el presidente argentino.
    ¿Sabías que lloró públicamente de emoción, en 1909, cuando visitó Córdoba ante las demostraciones que le hacía el pueblo? Dijo "No merezco tanto".
    Desarmó el poder de Roca.
    Fue a ver el Alumni porque él era así, de la misma manera que cuando asistía al Hipódromo prefería la tribuna popular (donde era apaludido) y no la oficial (donde era silbado), o cuando fue al teatro a ver obras populares para apoyar a los autores nacionales. O cuando celebró el primer Día del Animal, costumbre que seguimos.
    Se bancó como un SEÑOR el desprecio que le hizo la Sociedad Rural en 1909. Soportó que en mayo de 1910 patotitas incendiaran el circo de Frank Brown como un golpe más a su política. Aguantó que el diario La Nación en el especial que sacó para el Centenario, no publicara una sola foto suya. La presiencia arrasó su salud, me impresiona la cantidad de veces que estuvo enfermo. Lo enfermaban.
    ¿Cómo llamás garca a una persona que se desvivió por hacer el bien? Y lo logró muchas veces. Esto me consta, porque leí miles de documentos personales suyos, la mayoría jamás publicados.
    Otra cosa, es verdad que presidió los tres poderes, pero jamás se jactó ni hizo ostentación alguna. En su humildad no permitía que nadie lo elogiara, se quedaba mudo sin responder ni saber que hacer.
    Que estaba en una Logia nunca lo pude probar, tal vez en su juventud en Córdoba, en la época que era liberal.
    Próximamente saldrá un libro donde todo esto estará publicado y documentado en detalles.
    Para terminar con las palabras de tu artículo, me gustaría decir "todos debimos acordarnos un poquito de Figueroa Alcorta. Solo para decirle que un siglo después quienes quisieron silenciarlo no se salieron con la suya, que pronto podrá escucharse su voz, leer su verdadera historia, conocer sus ideas, sus sufrimientos y actitudes. Que muchos de sus sueños llegaron a hacerse realidad y otros siguen esperando. Y darle las gracias por tantas cosas que logró y pedirle perdón a su memoria por tantas mentiras que se fueron repitiendo en estos cien años"
    Un abrazo.
    Guada (perdoná que sale anónimo, pero tengo problema con el navegador)

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