14 de julio de 2014

Y al fin andar sin pensamiento

Tuvimos la gloria ahí, entre las manos. Se hizo agua, es escabulló y ahora no hay explicaciones posibles. Apenas un descargo dolorido, un pincelazo al vacío de lo que pudo haber sido y deberá esperar. Seguir esperando.



Matías, el hijo de mi amigo Jorge, vive en Berlín. Gitanea, hace changas, vive con todo lo que se necesita para vivir cuando uno es joven. Y además corre sus aventuras. Por ejemplo, le gusta procurarse algunas sobras de la basura. No cualquier basura. Basura alemana. El otro día Jorge me contó que Matías le escribió entre extasiado y azorado. “Papá, estoy fenómeno. Este mes no necesito usar la extensión de la tarjeta. Acá, anoche, revolviendo un container encontré caviar. Y en buen estado”.

Estoy en Humahuaca, tres horas antes del partido. En el camino que va desde Tilcara, las construcciones de un adobe ancestral no se distinguen de las montañas de la Quebrada, sino que son parte de la misma. Están hechas del mismo barro y la misma piedra. Por Uquía, todas tienen una bandera celeste y blanca, como si en un lugar de colores ocres, el vivo del celeste y blanco fuese no solo un contraste sino una esperanza de una alegría superior, una de esas que el fútbol solo es capaz de prodigar.

En las callecitas angostas, bellas, cruzas de estilos indios y español, se ofrecen menús del día, artesanías y silencios sabihondos. Algunos niños de pelo chuzo, de mirada seria, de sonrisa escasa, persiguen a los turistas y les cantan coplas. Al final piden una propina que es bien ganada. Pues bien; yo quería ganarle a los alemanes porque pienso que los que tienen para tirar caviar a la basura no han de ponerse tan tristes por una derrota y que nosotros sabemos mitigar mucho dolor cuando gana nuestro equipo.

Me dirán que soy pueril o resentido. O algo de las dos cosas. O que el fútbol, más que mitigar dolores, encubre problemas mayores. Puras pavadas. Esos niños de caritas sin infancia, vos y yo sabemos bien del resto de los problemas. Pero cuando juega la selección queremos ser campeones del mundo. Queremos tocar el cielo con las manos. Queremos perpetuar esos ratos que sentimos como rasgos de identidad. En todo caso, queremos soñar con que los problemas mayores se sortean si jugamos en equipo. O como este equipo.

Ahora se nos vino la noche, en todo sentido. Oscureció y tenemos las manos vacías. Veo a los alemanes festejando y siento que no me equivoqué. Lo hacen con la misma naturalidad con que van a la oficina, abren un comercio o... te ganan una final en el segundo tiempo del suplementario. Eso es lo que los distingue. Hacen una rutina de lo que para nosotros es una gesta heroica. Son capaces de sostener la concentración las 24 horas del día los 365 días del año. No juegan al fútbol como robots. Son robots que juegan al fútbol.

Por la televisión, un relator exagera cargando las tintas sobre el árbitro. Amenaza con entrar a la cancha a ajusticiarlo si les da un penal a los alemanes, porque ya no nos ha dado uno a nosotros. La realidad es que el árbitro no falló tres mano a mano, sino que fueron nuestros delanteros, los que antes del Mundial garantizaban lo que luego no garantizaron: goles. Al contrario de la defensa, que garantizaba goles (en contra) y sin embargo funcionó como nadie imaginaba. Cosas del fútbol, dice la frase hecha. Cosas tan del fútbol como que te ganen los alemanes sobre la hora.

Seguro que no sirve detenerse en algunos detalles. Los que a la medianoche, por televisión y con el mismo desodorante con el que se levantaron a la mañana, destruyen a Messi, a Sabella y al equipo, tienen mala leche. Todos vimos que Lavezzi estaba para seguir, o que el Kun no tuvo un buen mundial y no merecía tantos minutos en cancha. Del mismo modo que solo Sabella -y no nosotros- confió en Rojo, en Enzo Pérez, en Garay o en Romero y no se equivocó. Desde la silla eléctrica que es el banco de suplentes, se acierta y se erra.

Mano a mano con el arquero también. Y la diferencia, la busquen donde la busquen, estuvo allí, en las áreas, donde se ganan o se pierden los partidos. (Si es con Alemania, donde se pierden). Goetze dominó con el pecho y en el mismo movimiento acomodó su cuerpo y el balón para definir. Y definió. Palacios dominó con el pecho, la tiró larga y, como consecuencia de haberla acomodado mal, definió aún peor. Esa puede ser una de las claves para entender lo que quizás es mucho más sencillo de explicar que los tratados de sociología, psicología y psiquiatría que empiezan a aparecer en los diarios de esta puta mañana.

También es verdad que todos esperábamos más de Messi en el tramo decisivo. Más participación y más protagonismo. Él también. Su cara, al recibir el premio del mejor jugador del mundial que no fue, decía más que sus lagunas en el campo de juego. A su favor, no fue abastecido y, cuando le tocó ser abastecedor, pocas veces encontró eco en sus vecinos del ataque. En su contra, la sombra de Maradona le exige a la selección un líder más rebelde que él definitivamente no es, aún cuando no tiene porqué serlo.


Le voy a preguntar a mi amigo Jorge si consultó a su hijo Matías sobre qué hicieron los alemanes hoy cuando se levantaron. Quizás el pibe los espió mientras hurgaba en los container, como se iban a trabajar, al banco, a la oficina, a la escuela, como si nada, tras haber cumplido con la rutina. Suerte la de ellos poder vivir así. Nosotros no podríamos. Latinos, viscerales, mascheranos, apasionados, no pudimos conciliar el sueño. Ni el sueño reparador ni, lo que es peor, el sueño mundialista. Esperemos cuatro años, dicen los más racionales. Métanse la racionalidad en el culo, decimos nosotros.

9 de julio de 2014

El equipo de Masche a la final donde lo espera el equipo de Messi

Con el alma apuntalando al físico cuando las piernas se negaban a responder, con inteligencia y coraje cuando el fútbol no aparecía, Argentina está en la final. Demostró y se demostró que no hay imposibles. ¿Será...?



Hay una verdad que conviene marcar ahora, con las copas demás de la histórica clasificación a la final del Mundial. Todos los futboleros argentinos queríamos ver el equipo de Messi y terminamos viendo el equipo de Mascherano. Esto es decir, el mameluco en lugar del frac. Pero el gran mérito de Sabella -del equipo- es haber convertido eso en una virtud. Y con Holanda se notó. Amañado Lío por el ejército de Van Gaal (o no me diga usted que Van Gall no parece un jerarca prusiano más que un entrenador), entonces apareció la estrategia llevada al campo de juego con Masche como bandera.

Una de las tantas preguntas que se le hacían al entrenador antes de la competencia era cómo iba a afrontar situaciones en las que Messi no esté, o sea anulado. Hoy dio la respuesta. Cuando el ajedrez le gana a la espontaneidad, cuando los espacios se reducen a nada, hay que tener inteligencia, concentración y paciencia. Es cierto que para un espectador neutral no son los mejores partidos para ver. Tanto como que Argentina juega lo mejor que puede y no todo lo que quiere y para eso intervienen diversos factores, entre ellos uno que suele no considerase en ningún análisis: que el rival juega.

Y a veces, como sucede con equipos como Holanda, el rival juega a no dejar jugar. En la parte que le tocaba (anular a Robben), la selección tampoco dejó jugar. En el dominio psicológico del partido, más allá de que las computadores dieron predominancia de tenencia a los naranja, Argentina también se impuso. Se notó en Sneijder marcando a Messi o a Enzo Pérez pero también en el respeto rayano al temor que demostró. En ese contexto, no hubo margen para llenar los ojos, pero si para fortalecer el andamiaje colectivo por encima de la individualidad. O sea, para contestar que se puede jugar con Messi derrotado por la marca.

¿Qué si la taba de los penales salía culo hubiésemos cambiado el concepto? Seguro que no. Es lo que venimos diciendo desde el inicio del Mundial. Que se puede, que los exámenes aprobados fortalecen lo anímico. Que lo anímico sirve para suplantar un físico que seguro estará más deteriorado que el de los alemanes (Sabella apuntó que jugaron menos tiempo y descansan un día más). Que la defensa crece y lleva más de 300 minutos sin sufrir goles. Que Mascherano es un guerrero contagioso. Que los penales son cuestión de suerte pero también se ganan con la cabeza. Que el espíritu amateur de este equipo es conmovedor.

Para el final, quedará volver al principio. Hay colectivo por sobre las individualidades y jugamos como Mascherano y no como Messi. Pero para ganar los encuentros que te ponen en la historia, se necesita de las grandes individualidades. Y Messi lo sabe. Sabe perfectamente que necesita jugar el partido que lo bese con la gloria. Sabe que su ángel nos puso en octavos de final. Que dio la cara por el equipo cuando el equipo lo necesitó y que el equipo dio la cara por él cuando hizo falta. Ahora debe estar esperando el domingo para demostrar que el equipo de Mascherano puede ser el equipo de Messi. El juego donde encuentre los resquicios para rebelarse contra sus perseguidores y hacerse poster en la pared de todos los pibes que quieren ser Messi.


8 de julio de 2014

La construcción



Antes de marchar el equipo de Brasil rumbo al estadio....
Amó aquella vez como si fuese última
besó a su mujer como si fuese última
y a cada hijo suyo cual si fuese el único
y atravesó la calle con su paso tímido

...pero Alemania
subió a la construcción como si fuese máquina
alzó en el balcón cuatro paredes sólidas
ladrillo con ladrillo en un diseño mágico

...por eso Brasil
sus ojos embotados de cemento y lágrimas
sentóse a descansar como si fuese sábado

...así que Alemania
comió su pan con queso cual si fuese un príncipe
bebió y sollozó como si fuese un náufrago
danzó y se rió como si oyese música

...entonces Brasil
tropezó en el cielo con su paso alcohólico
y flotó por el aire cual si fuese un pájaro
y terminó en el suelo como un bulto fláccido
y agonizó en el medio del paseo público
murió a contramano entorpeciendo el tránsito

...después Alemania
amó aquella vez como si fuese el último
besó a su mujer como si fuese única
y a cada hijo suyo cual si fuese el pródigo

...mientras Brasil
atravesó la calle con su paso alcohólico
subió a la construcción como si fuese sólida
alzó en el balcón cuatro paredes mágicas
ladrillo con ladrillo en un diseño lógico
sus ojos embotados de cemento y tránsito

...y luego Alemania
sentóse a descansar como si fuese un príncipe
comió su pan con queso cual si fuese el máximo
bebió y sollozó como si fuese máquina
danzó y se rió como si fuese el próximo
y tropezó en el cielo cual si oyese música
y flotó por el aire cual si fuese sábado

...porque Brasil
terminó en el suelo como un bulto tímido
agonizó en el medio del paseo náufrago
murió a contramano entorpeciendo el público

… de nuevo Alemania
amó aquella vez como si fuese máquina
besó a su mujer como si fuese lógico
alzó en el balcón cuatro paredes flácidas
sentóse a descansar como si fuese un pájaro
y flotó en el aire cual si fuese un príncipe

...y al final, Brasil

terminó en el suelo como un bulto alcohólico
murió a contromano entorpeciendo el sábado

6 de julio de 2014

Este lunes, sin derecho de admisión

Aquí, los compañeros de El Solar de las Artes nos invitan a charlar y yo los invito a que me acompañen. 
¿La idea? Nos dicen los organizadores que es "Un ciclo de entrevistas con público, organizado por SADOP con la intención de debatir sobre el rol de los Medios de Comunicación. En esta estación junto a Daniel Dusex, estará invitado Claudio "turco" Cherep, compartiendo su trayectoria periodística, su vínculo con el campo de la cultura y su opinión sobre la realidad de los Medios santafesinos. 
Un referente local del compromiso con la verdad y la búsqueda de sentidos. Anécdotas, opiniones, emociones...un momento cálido de análisis y reflexión". Nos vemos ahí, nos tomamos un trago, como para calmar la ansiedad a la espera de las semifinales. (Con la foto que ilustra el post no me han favorecido. Pero admito que es lo que hay).



5 de julio de 2014

Saber que se puede

Recuperado Higuaín, consolidado el fondo y con una fisonomía de equipo más solida, Argentina consiguió el pase a semifinales; pero también el derecho a soñar con lo más preciado.


Sabella, el tipo más sospechado del país, empieza a demostrar que es inocente en la mayoría de las acusaciones a las que se lo somete. Declaran a su favor Pipita Higuaín, Demichelis, Biglia, Rojo y hasta Basanta o Enzo Pérez. Sabella, el que tiene 40 millones de competidores en el cargo, empieza a darle una fisonomía de equipo a esta selección en el momento en que más lo necesita. Sabella, el que supo cambiar a tiempo, encara ahora los dos encuentros que podrían ponerlo a las puertas de la gloria que ya acarició cuando fue campeón del mundo en México 86.

Ahora, ¿porqué hablar de Sabella y no del equipo? Porque justamente el equipo como tal tuvo respuestas colectivas que se llaman sistema de juego y en eso, el responsable es Sabella. Pero además, porque es un acto de estricta justicia por cómo lo castigaron con disparates tales como que "solo lleva jugadores de Estudiantes" -entre los más leves- o "le arma el equipo Máximo Kirchner", entre los dislates mayores. Tras las aclaraciones, vale el análisis del partido que pone a Argentina en semifinales por primera vez en 24 años.

Se especulaba con que Bélgica fuera el primer rival con otras aspiraciones y que esto pudiera favorecer el juego argentino. En verdad, no lo sabemos, porqué lo que obligó a salir a Bélgica fue el gol argentino. Antes, los diables rouges demostraron que no pensaban en tener la iniciativa. Después demostraron que las ideas que los tuvieron casi 20 fechas invicto, se desvanecían al calor del planteo de Argentina, el compromiso para llevarlo a cabo y la amenaza permanente que significa la atención que hay que prestarle siempre a Messi, aún cuando no haya sido el mejor partido de Lío.

A propósito de esto, el equipo dio otra muestra de espíritu colectivo. Demostró que es capaz de jugar sin la mejor versión de Lío y sin Di María. El recuerdo vale para quienes hace tres días, ante Suiza, dijeron que sin ellos esta formación no podía cruzar la calle sola. Como botón de muestra de la solidaridad expresada vale resaltar a Lavezzi, más lejos del arco rival, más cerca del overol, bien jugado por la causa, sacrificado en pos de un objetivo mayor antes que del lucimiento personal. Y de seguro mal calificado por los opinadores profesionales de las redes sociales.

Hoy no se hablará demasiado del "primer pase", ese que necesita Messi según los expertos. Tampoco se dirá mucho de "la lectura conceptual del partido", acaso porque los partidos no se leen, sino que se juegan. Quizás no se oiga sobre "atacar los espacios", porque Higuaín abrió su boca de gol para tapar todas las otras. De seguro que no se hablará del "juego aéreo" porque Garay y Demichelis ganaron siempre cuando los belgas lo adoptaron como única vía. Como canta Marziali, "palabras pa'explicar un fato que pal'vulgo no precisa explicación". 

La idea que quedó flotando es que se puede. Que el Mundial no tiene cucos y que Argentina tiene argumentos para estar donde llegó, tanto como para subir los dos peldaños que faltan. La ventaja es que las respuestas que el equipo fue dando hacia afuera, también se las dio hacia adentro, para disipar todas las dudas. La solidez, muchas veces es hija de la tranquilidad. La que transmite Sabella a pesar de los profetas del odio. La que buscarán conjugar con la felicidad perpetua dentro de muy poco. 

4 de julio de 2014

Decime qué se siente, tener en casa a tu papá

Cuando mañana la Selección Argentina juegue con Bélgica jugará en el estadio “Mané Garrincha” de Brasilia. De él algo sabemos. De Ulf, su hijo sueco que no llegó a conocer, quizás no tanto.



Hija, perdóname los sueños que me ausentan siempre,
que me llevan lejos, que abaten mi frente, que me vuelven viejo.
Hija, la vida era en serio, yo tengo la culpa por ser tan ingenuo,
creo en el amor y por él te tengo.
Hija, en un día de estos, te dirán algunos que he perdido el tiempo,
que he sido un iluso, ríete de ellos.
Rafael Amor

Siempre hace frío en Suecia, pero esta primavera de mayo es especialmente gélida. En Estocolmo y en pueblos más árticos, como este de Umea, donde el plantel de Botafogo aguarda concentrado para jugar un amistoso, el sol se pone muy tarde. Es 1959, de modo que en el país nórdico todavía resuenan los ecos del triunfo de Brasil, en la Copa del Mundo jugada allí el año anterior. La Universidad, que aún no ha cumplido una década, ha hecho al poblado muy cosmopolita para la época. Las mujeres, crisol de razas entre vikingos, invasores rusos y aventureros de toda laya, son bellas y liberales.

Los jugadores de Botafogo se aburren en el hotel pero entre ellos uno se aburre más. Pájaro al viento, enemigo del encierro, Manoel Dos Santos “Garrincha”, ha planificado una fuga nocturna. Joao Saldanha, el entrenador del equipo, no durmió al comprobar la ausencia de la joya de su equipo. El “Mané” tampoco. Caminó a la vera del río Ume, al que el sol tenue de la estación primaveral le había quitado su capa de hielo. Buscó tabernas para beber el licor que lo hacía jugar como ninguno. Así como lo perdían sus marcadores, ahora él se perdió. O se quiso perder.

El frío y la noche son un cóctel para enamorarse. O para ejercer el derecho al amor. Garrincha sabe unas pocas cosas. Sabe coser y sabe beber porque lo aprendió de niño. Y sabe amar. No conoce las calles ni lee ni escribe demasiado. De no ser porque se encontró con Bloon, quizás no hubiera podido regresar a tiempo para el partido del día siguiente. Bloon, en sueco, quiere decir flor. Y se sabe que a los pájaros libres les gusta posarse sobre las flores. Bloon entrometió entre sus cobijas al puntero derecho que jugaba bailando. Los biógrafos morbosos dicen que lo hizo a sus 19 años, en su propia casa, mientras sus padres miraban TV.


Hay un hombre de ojos negros y mirada melancólica que vende panchos en una plaza de Halmstad. Contrasta con los ojos azules y los cabellos rubios de los que pasean sin prisa y con placidez. Tiene labios carnosos y una nariz semiñata que no se condice con los de las mayorías. Ha nacido en el verano de 1960 y también sabe unas pocas cosas. No conoce a su padre ni a su madre biológicos, no sabe que ha de tener al menos una veintena de hermanos ni porqué una maldita enfermedad ósea le impidió hacer lo que más hubiera querido en la vida: jugar al fútbol. Lo que sí sabe, desde los 8 años -y han pasado ya 46- es que su padre es Garrincha.

El muchacho al que las canas le siguen perdonando el tiempo es Ulf Lindberg Henrik, el hijo de la flor y el pájaro, el fruto de aquel amor efímero como la gloria y la fortuna de su padre. Ulf fue criado en adopción por una familia de clase media. Bloon, que se ganaba la vida como camarera no tenía cómo alimentarlo. Cuando Ulf se enteró quién era su papá biológico, allá por 1967, el “Mané” iniciaba su declive futbolístico e iría a pasar buen tiempo sin conocer los resultados de aquella aventura sueca. De los cuatro hijos que tuvo el vendedor ambulante Ulf apenas uno heredó condiciones para jugar al fútbol. Pero su calidad no se le parece a la del abuelo.

Hay varios ADN que demuestran la paternidad de Garrincha. El mismo astro, enterado muchos años después de la existencia de Ulf, pudo conseguir una foto que lo sorprendió por su parecido físico. Alguna vez el destino pudo cruzarlos. Argentina iba a estar en el medio porque el encuentro debía ser durante el Mundial 78, cuando el alma de wing pensaba comentar el mundial de nuestro país para la televisión brasileña. Pero como para los entrenamientos, Garrincha era remolón y eligió algunos bares antes que cumplir con la formalidad. Ulf no pudo viajar y después su padre murió del modo que todos sabemos que murió.


En el Aeropuerto de Galeao, ahí en los suburbios de Río de Janeiro, un hombre que no se parece a ningún turista baja de un avión de una compañía sueca. Tiene 45 años y lo acompaña el pibe que quiere ser jugador como el abuelo. Hace un calor que jamás haría en Umea y lo esperan las señoras Rosangela y Marcia. Ellas tuvieron mejor suerte. Son parte de la prole de 14 hijos reconocidos por Mané y están allí para recibir a su medio hermano. Es el 2005 y han planeado ir juntos a la tumba de Garrincha, al museo que lo recuerda y a las playas de Copacabana, donde el más grande gambeteador de la historia amó a otras tres esposas y una treintena de amantes.

Ulf Lindberg se siente extraño y querido. Es el único varón que sobrevive de los tres que alumbraron las mujeres del campeón mundial. Garrinchinha y Nenem han muerto trágicamente en sendos accidentes de tránsito. Dice que pese a que hace mucho que sabe lo que no muchos saben, recién ahora se considera psicológicamente capaz de afrontar su pasado. Lloriquea abrazado a su hijo Martín y a las desconocidas que empiezan a conocerlo. Cuando el fin de semana, los Dos Santos organicen una comida que juntará a toda la descendencia, Ulf llorará mucho más y se codeará por primera vez con su verdadera identidad.

Ulf le cuenta a sus hermanas que él también tiene las piernas arqueadas. No se casó tres veces sino una. No anotó catorce hijos sino cuatro. Igualmente, para él la vida no ha sido nada fácil. En Maracaná se planta frente al busto de su viejo y en Pao Grande, el poblado de los suburbios donde nació el bautizado Manoel, aprende que Garrincha es más querido que Pelé. En la tumba de papá Ulf sabe que está ante el momento más difícil de su vida. Lo persigue una cámara que está filmando un documental sobre “el ángel de las piernas torcidas”, pero más lo persigue, aunque no conozca el tango, el pasado que vuelve a enfrentarse con su vida.


Según la revista de ESPN en Brasil, poco antes de morir el Mané concedió una entrevista en la que admitió haber tenido a Ulf, de quien conoció su nombre mucho después. La nota trascendió hace un par de años y los editores declararon que fue chequeada debidamente. Allí Garrincha no solo reconoce su paternidad, sino que dice saber que el joven juega al fútbol en Suecia y hasta se muestra complacido de que alguien lo suceda. Quizás sabe que va morir con la certeza con que desbordaba en la cancha y en las copas.

En el cementerio, Ulf -que no habla portugués- pregunta por esa placa en esa tumba casi olvidada y le dicen que dice “Aquí descansa en paz aquel que fue la alegría del pueblo”. La mirada se le humedece y lo lleva de nuevo a las calles ateridas de Umea, al orfanato en el que estuvo hasta que fue rescatado por la familia que lo crió, a la pobreza y al olvido. Abrazado a sus hermanas les dice que conocerlas fue lo mejor que le pasó en la vida. Ahora Garrincha hijo puede decir que no solo lo une a su padre un parecido físico asombroso. Ahora puede decir que él también se siente Campeón del Mundo.

*La obra que ilustra el texto es de la artista Maribel Piñera Seco
*La fuente principal de este trabajo es el documental de ESPN para Brasil
*Otras fuentes: biografía del “Angel de las piernas torcidas”, de Ruy Castro

3 de julio de 2014

El odio

Este texto fue escrito para radio hace 14 años y publicado luego en mi libro Gajos del Oficio. Lamentablemente, las últimas noticias desde el Oriente Medio lo tienen vigente. 



En la ciudad vieja de Jerusalem conviven cuatro religiones irreconciliables. Geográficamente bien cerca de la vida y de la muerte se encuentran el Muro de los Lamentos, la Mezquita de Omar y el Santo Sepulcro. A un costado, menos opulentos, los armenios no han dejado de llorar en silencio desde el epílogo de la segunda Guerra Mundial.

La mujer que logre reunir los atributos de la ciudad vieja de Jerusalem será la mujer perfecta y, como consecuencia de ello, irresistible. Allí se combinan en dosis precisas la sabiduría, la mística y la belleza. Y allí -condición que cualquier mujer sabrá envidiar- jamás transcurre el tiempo.
Hay muchos turistas de miradas que, por abarcadoras, se parecen a tontas. Hay también muchos hombres de miradas duras y mujeres de miradas gachas. Y, felizmente, hay niños.

Morochito, de mirada penetrante, con los pantalones largos arremangados hasta los tobillos, con una camisa blanca que sobra por todos lados en ese cuerpito de extremidades bien marcadas, alto para sus once años, Amín, pequeño palestino, baja presto las escalerillas de su casa con una pelota más gorda que sus brazos.
Con las piernas cruzadas en cuatro y la mano apoyada en la pared donde no existe el timbre, la piel blanca y los ojos azules de Samuel esperan el partido inminente. Como si fuera un pañuelo, el taled de Samuel sobresale del bolsillo de su camisa oscura.

Se saludan y echan a andar. No se detienen en el paisaje de casas de piedras porque viven allí. (Por curioso que resulte uno nunca se detiene a ver el paisaje que habita y suelen venir otros a descubrirlo). Caminan. Deben hablar temas de chicos. El piso también es pedregoso y acaso se apresten a jugar con pantalones largos para no percudir las rodillitas flacas. Se acompañan ahora sin conversar. Se detienen en un claro, uno de esos lugares donde los turistas no son un producto contaminante.

Con mirada cómplice, Amín deja caer la pelota y se inicia un partido; uno de esos partidos sin tiempo que solo se juegan en la infancia. Por primera vez se ríen. Descubren sus torpezas y carcajean más.
Un umbral que conduce a una casa misteriosamente sin ventilación es un arco.
Los bombazos, en el idioma de Amín y Samuel, son remates un poco más fuerte de lo que su edad podría permitir.

Los disparos, en la lengua de los chiquitos que solo quieren jugar, no son otros que chutazos de zurda o de derecha. La muerte es apenas el final del partido. ¿Posiciones adelantadas? No existen. Los tiros de esquina jamás provienen de modernos rifles kalashnikov. Tampoco la cancha está limitada para que nos malvivan de un lado y otros de otro. La cancha, cuado es en la calle, es una comarca que no se acaba en tanto haya lugares disponibles.

La cancha no es propiedad privada sino un campo para ser disfrutado por los cualquiera de cualquier parte del mundo. Y hay goles. En lenguaje ecuménico gol se dice gol. Y más risas. Y un abrazo sabio, sentido, igualador, a la usanza de los delanteros sudamericanos que triunfan en Europa y que en el ardiente oriente medio también se ven por las cadenas de televisión internacionales.
Pueden haber pasado minutos; acaso horas.


Amín y Samuel salen, corretean por las callecitas angostas, sudados, irresponsables, pateando una pelota redondamente universal rumbo a la vida; juntos. A unos pocos metros de allí, los padres de Amín y Samuel salen, corretean por la callecitas angostas, sudados, irresponsables, pateándose la cabeza como si fuera una pelota universal rumbo a la muerte; separados.  

2 de julio de 2014

Bélgica y su jugador más jugado

La historia de Jean-Marc Bosman, aquel belga que puso contra las cuerdas a todo el sistema del fútbol europeo, ha caído injustamente en el olvido. Aquí, vamos al rescate, para que la recuerdan los canosos y la conozca el piberío.  


Esas manos que tuvieron tomados del cuello a los dirigentes burócratas, las mismas que manejaron un Porsche o recorrieron siluetas de mujeres bellas, ahora empuñan copas cargadas de un alcohol berreta que suele atemperar una condena perpetua: la de haberse alzado contra la poderosa UEFA y haber puesto del revés a todo el fútbol europeo. Son las manos de Jean-Marc Bosman, el futbolista belga que resignó su carrera profesional a cambio de los derechos de sus colegas de todo el viejo continente.

Era 1990 y a sus 25 años, Jean-Marc jugaba en la primera división del Real Fútbol Club de Lieja. Hacía poco que el mundo ya no era el mismo. Había caído el muro de Berlín y la muerte de las ideologías, con apologistas como Fukuyama y teóricos pagados por las principales escuelas norteamericanas del pensamiento neoliberal, se sembraban por todo el planeta. Nacía una presunta nueva Europa que se propagandizaba como sin fronteras para todos menos algunos. Entre esos algunos estaban los futbolistas profesionales.

Bosman jugaba como volante ofensivo. Para los “diablos rojos”, tal como llaman al club de Lieja, era una promesa que no había concretado todo lo que se esperaba de él a la hora de la consolidación. Había sido una referencia en inferiores y hasta había integrado algunas selecciones nacionales en categorías menores. Cuando quiso renovar su contrato le negaron lo que pretendía ganar. Entonces decidió emigrar y logró un acuerdo con un club menor del fútbol francés: la Unión Sportive Dunkerque.

Lo que en principio sería una posibilidad de crecimiento profesional y económico para Jean-Marc se frustró en los escritorios. Los dirigentes de los clubes no acordaron el pase y, como se dice de este lado del océano, lo colgaron. Entonces el jugador presentó una demanda contra el RC Lieja, contra la Federación Belga de Fútbol y contra la mismísima UEFA, aduciendo que las normas de esas instituciones le habían impedido trabajar en otro país, algo que contrariaba cualquier ley por encima de las del fútbol.

El jugador debió esperar cinco años para que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, desde Luxemburo, le diera la razón. Los togados declararon ilegales las indemnizaciones por traspaso de futbolistas y los cupos de extranjeros para jugadores nacionales de estados miembros de la Unión Europea. Contrariamente a lo que podía suponerse, ese 15 de diciembre de 1995 se decretó el ocaso de la carrera del jugador que ya no volvería a ser contratado por ningún club, no solo de Bélgica, sino de todo el viejo continente.

El fútbol europeo cambió para siempre y la vida de Bosman también. Los equipos se convirtieron en verdaderas Torres de Babel y en los países emergentes, muchos obtuvieron la doble ciudadanía para poder jugar en la meca llamada Europa. Pero corporativamente no hubo ningún Sargento Cruz para ese Martín Fierro que debió dejar su carrera, se deprimió, se recluyó y perdió todo el dinero que había obtenido en los 6 años en los que pudo desempeñarse como un futbolista profesional, bajo las reglas del sistema.

Bosman se ganaba la vida en equipos de aficionados donde ya no le pagaban en moneda belga sino en la nueva moneda que quería dominar el mundo: el euro. Claro que los 400 o 500 que ganaba no le alcanzaban y tuvo que vender todo lo que tenía. También rompió su matrimonio y cayó en el alcoholismo, además de haber sido denunciado por ejercer violencia de género. Ahora mismo, si quiere dar una entrevista tiene que pedir autorización a la justicia y estuvo a punto se ser encarcelado tras la denuncia de su ex esposa.

Jean-Marc ha trabajado como bombero y como canchero de un estadio comunal. Un sindicato de jugadores está pensando en un encuentro a beneficio para ayudarlo, mientras sobrevive de la asistencia del estado. Mientras tanto, la selección de Bélgica, con la que Argentina jugará la chance de ir a semifinales el sábado, está integrada en buena parte por jugadores extranjeros que pudieron llegar a desarrollarse en ese país, gracias a que hace 24 años este señor pateó el hormiguero de la UEFA para que, en el mismo momento en que se alumbraba su ruina, el mundo conociera una nueva regla que lleva su nombre: la ley Bosman.

1 de julio de 2014

El potrero le ganó a la táctica

Di María, el producto del fútbol del barrio, burló el aceitado mecanismo defensivo suizo. Fue tarde, pero justo. Al que madruga lo ayudará Dios, pero los que llegan al final, al menos lo tienen al Papa.



Resenbrik se llamaba el holandés que metió el tiro en el palo en el último minuto de la final del 78. Como Romero hoy, Fillol estaba vencido. Como Argentina hoy, aquel equipo había hecho méritos para ganar y por un extraño designio la pelota no entró. Aquella vez, si perdíamos nos quedábamos sin el título. Ahora, si perdíamos nos quedábamos afuera y en la antesala de una cantinela de palos a este equipo de parte de los que siguen ahí, agazapados.

Para quienes suponían un partido sencillo, otra vez no lo fue. Y tampoco le resultó fácil a los otros favoritos: Brasil, Holanda, Alemania y Francia. Pero vale marcar aquí una diferencia. Ninguno de los rivales de los cuatro países mencionados fue tan mezquino como Suiza. Dirán que Argentina no encontró variantes para vulnerarlo. Pues yo no creo que sea tan así. Cuando uno no quiere, dos no pueden. Y el conjunto de Sabella intentó de varios modos.

Abrir el cerrojo requiere -siempre en los papeles previos- de algunas opciones posibles. Intentarlo desde afuera del área, algo que Argentina hizo sin precisión (Gago) y con mérito del arquero adversario (Di María). También se puede subir gente desde el medio o el fondo para forzar la superioridad numérica, algo que también Argentina intentó, sin la justeza debida en los últimos metros, donde Rojo y Zabaleta no se mostraron finos.

Una tercera opción es encarar mano a mano. Y también se intentó, con Messi o con Di María. Que la posibilidad de ganar llegara más tarde de lo que todos deseábamos, mucho tuvo que ver con la idea suiza de defenderse de modo imperturbable. Cuando las piernas dejaron de responder, aparecieron los espacios y el triunfo. Que haya sucedido sobre el epílogo es circunstancial. Donde otros ven un defecto, desde aquí vemos una virtud: la paciencia.

Argentina dispuso de terreno y pelota durante 100 de los 120 minutos. No es humanamente posible ser certeros todo el tiempo. En la circulación del balón, el equipo creció. En la culminación de la jugada, acaso haya que esperar la mejoría de un Higuaín desconocido. Mientras tanto, volvió a alcanzar ante un equipo que tiene a la mayoría de sus jugadores en importantes ligas de Europa y que demostró, como muchos en este Mundial, que no se puede subestimar.

¿Eso quiere decir que Argentina jugó fenómeno? Para nada. Simplemente que en estas instancias, el juego requiere de un análisis que involucre factores varios a saber: el juego mismo, el físico, la fortaleza mental o la personalidad son factores influyentes. En la conjunción de estos elementos, el cuadro de Sabella volvió a aprobar. Lucir quedará para cuando haya rivales que también se comprometan con el espectáculo.

Mientras tanto, estar entre los ocho mejores por derecho bien adquirido deberá considerarse en la dimensión merecida. Los partidos se presentan muy parejos y muchas veces, abrirlos, no depende de movimientos tácticos sino de gambeta y atrevimiento para encarar en el mano a mano. Felizmente, en Argentina todavía hay memoria genética del barro y el empedrado. En Suiza, tanto orden, a veces puede ser una debilidad.

30 de junio de 2014

Siempre que mordió paró

Ya eliminado el seleccionado de Uruguay y acallados los ecos de un presunto boicot, el mordedor Luis Suárez se devolvió al centro de la escena. Hoy pidió perdón a través de un comunicado y dijo que nunca más volverá a morder a nadie. Mientras Alemania construía su triunfo inexorable ante Argelia y Francia transpiraba más de la cuenta con nigeria, el delantero oriental retrotrajo la foto del mordisco, tan olvidable como la eliminación de su equipo.



La sensación que dejó el affaire de Suárez con el tal Chiellini es la de un gran exabrupto. Exabrupto por el tipo de infracción, poco frecuente, pero más por las repercusiones posteriores. Este cronista, populista confeso, no obstante entiende que la idea de que la FIFA conspire contra el paisito y, como consecuencia de ello, contra los sueños emancipadores de la Patria Grande, a través de una sanción exagerada, es por lo menos un disparate. U otro exabrupto.

Es cierto que la inclinación primera, natural, de cualquier persona de bien, es ponerse en contra de la FIFA ante cualquiera de sus fallos. Uno cree que la FIFA es como la Sociedad Rural. Donde ellos están, si uno se planta en la vereda de enfrente tiene un 100% de posibilidades de acertar. El tema es que Luis Suárez ya era un mordedor serial, un discriminador xenófobo y un infractor de consideración antes de acometer contra el zaguero italiano.

Y entonces, aunque uno no esté con la FIFA, tampoco será cuestión de que se ponga del lado de un tipo que no puede estar adentro de una cancha, si periódicamente y entre gol y gol, muerde, pega patadas voladoras o le grita negro de mierda a los africanos. Es tan cierto que la FIFA no tiene autoridad moral como que Suárez tampoco. Y la verdad es que Suárez, la Asociación Uruguaya y el Pepe Mujica, saben bien que están jugando justamente con las reglas de... la FIFA.

La idea de que los garcas de la FIFA nos discriminan por sudacas está muchas veces desmentida por la nacionalidad de sus miembros. Uruguay y Argentina, con Grondona como segundo, tienen importante representación en los escritorios de Zurich. En todo caso, la FIFA constituye una multinacional de garcas donde no solo hay gringos de ojos azules sino que cada país aporta su cipayo de preferencia.

Deportivamente, también convendrá recordar que Brasil, Argentina y el propio Uruguay han salido campeones muchas veces y en distintas épocas con una coincidencia: siempre los dirigentes de FIFA eran tipos parecidos, más cerca del lavado de dinero de los bancos de Ginebra que de los tupamaros uruguayos, Los Sin Tierra de Brasil o el Movimento Obrero Organizado de nuestro país. De modo que, el llanto deberá quedar para otra ocasión.

Ahora vendrá, tras el arrepentimiento, una probable reducción de la pena de Suárez. Ojalá que le atenúen la sanción porque es desmedida, sobre todo en la idea de prohibirle asistir a los estadios. Pero de ahí a que el presidente del país lo reivindique, lo justifique y lo vaya a recibir al aeropuerto, hay un trecho más largo y absolutamente discutible. Los dejo, no sea cosa que mis amigos, más populistas que yo, me acusen de haberme vendido al imperio.



29 de junio de 2014

Gramática Maradoneana



sujeto singular que ha predicado
el verbo inmemorial de la gambeta
sufijo que antepone a algún poeta
la zurda chusca del pueblo sublevado

plural porque por todos se ha jugado
dando artículo a quien lo ve de otro planeta
señalando en un pronombre cuan profeta
el destino de un cuero embadurnado

pecador y sibarita. Por tu finta
el lenguaje se quedó sin adjetivo
y cuando malicioso el cagatinta

quiso ver que ya no eras sustantivo
tu futuro imperfecto compró quinta
en terrenos de un honor infinitivo

Claudio "Turco" Cherep

28 de junio de 2014

Chile y la sangre de Lautaro

La estadística dirá que Chile perdió con Brasil por penales y, otra vez, quedó afuera en los octavos de final de una Copa del Mundo. Pero solo será la estadística. La historia dirá otra cosa


Lautaro tenía 22 años. Un lanzazo del ejército conquistador comandado por Francisco de Villagra lo atravesó en el pecho. Hacía 10 años que en la Batalla de Reinohuelén, en 1536, aunque niño, lo habían tomado prisionero. Los mapuches como Lautaro, pobladores de Chili, en su lengua original, temían a los hombres blindados de Valdivia y Almagro. Los españoles tomaron al jovencito para que atendiera los caballos y los acompañara en las batallas. Yanacona le decían a quien le confiaban una tarea que solo era para valientes.

Gary Medel está desgarrado y se arroja, todo su cuerpo al aire, para despejar el peligo al córner. Alexis Sánchez se arremanga los pantalones cortos y los estira todo lo que puede, como a sus músculos, para soportar los calambres. Arturo Vidal aguanta 87 minutos al límite de sus posibilidades. De ancestros conquistados, ahora son ellos los que salen a conquistar una gloria que demandará 120 minutos y una agonía de lanzazos diferentes a los que recibió Lautaro, que llaman penales.

Lautaro ahora tiene 18 años y cree que debe escapar porque él ha nacido para ser libre. De sus captores ha aprendido las tácticas de la guerra. Sabe cómo manejar las armas y, como un Tsun Zé de la montaña, aprendió a elegir cuál es el mejor lugar para librar la batalla. Conoce cuándo y donde emboscar al enemigo y monta como nadie los caballos que él supo cuidar. El gobernador que lo tuvo rehén sabrá experimentar en carne propia lo que aprendió su mejor alumno: en 1553 Lautaro lo derrota y lo mata.

Chile -ya no Chili- juega como en el patio de Los Andes en un terreno con 68 mil brasileños gritándole en el rostro. Como Lautaro, ha aprendido de tácticas y domina a su adversario con cinco defensores bien dispuestos, con volantes escalonados para anular a Neymar y con una rebeldía solo comparable a la de aquel cautivo que decidió por quien vivir y para qué morir. Brasil está confundido. Duda por sus limitaciones y más duda porque es inducido por los chilenos, que convirtieron en una fortaleza mental el hecho de que muchos los consideraran inferiores.

Lautaro es considerado inferior, como la selección de Chile. Igual la emprende, con unos pocos hombres que pudo recolectar, unos mapuches, otros picunches, contra cuanto español se le cruza en el camino. Villagra lo espera y lo sorprende. No le da chance de pelear. Lo asesina dormido. Lautaro muere para que nazca la leyenda del pueblo mapuche, respondón y reivindicador; inclaudicable y memorioso.

Chile y Brasil van a los penales. Chile cae de pie, para parir un nuevo tiempo en el fútbol del país de los mapuches. Alexis, Medel, Arturo, tienen los rostros y la sangre de Lautaro. Se les nota. Ellos también han decidido morir lanzeados a 12 pasos para que nazca la la leyenda de un fuego sagrado que será difícil de apagar. A los matadores de Lautaro, como a esta selección de Brasil, pocos lo recordarán. Lautaro, como estos bravos hombres de Sampaoli ya están en el mejor sitio que puede caberle a un hombre: la historia.

27 de junio de 2014

Los yanquis vienen marchando

Aunque hiera nuestro sentimiento anti-imperalista, el progreso del fútbol de Estados Unidos ya es una realidad mundialista. Aquí, unas puntas para saber como se produjo un hecho no casual, que lejos está de ser un fallo arbitrario del juez Griesa.



Cerca de Flashing Meadow, en la inabarcable Queens, veintidós esforzados futbolistas aficionados dan vida a un picado parecido a los nuestros. Las tribunas del complejo deportivo donde en dos meses comenzará una nueva edición del US Open hacen de visera y dejan una sombra piadosa sobre el césped prolijo donde el partido no cesa. Es calor de verano. Mientras en Europa se juega la Copa del Mundo de Francia 1998, en Nueva York se habla del tenis que vendrá. Además, un poco más allá planean construir un estadio para 42.000 espectadores para que jueguen los “Mets”, uno de los equipos populares de béisbol.

Pese a que Estados Unidos ha organizado una Copa del Mundo cuatro años antes, no parece sencillo que “los americanos” se enamoren del fútbol. Resultadistas de fuste, los números que llegan desde Francia no son alentadores. Tres jugados, tres perdidos. Con Alemania, con Yugoslavia y, con un enemigo de los que a menudo “ataca América”: Irán. Hasta este Mundial brasileño, los yanquis han participado en nueve. La cifra no es para despreciar si se la compara con la perfomance de otros países futbolísticamente emergentes, pero no resulta atractiva para quienes han nacido solo para ganar.

En el partidito del parque, con un césped que muchos estadios sudamericanos envidiarían, están en el descanso. Los protagonistas hablan en distintos idiomas. La mayoría en español. Son -mayormente- inmigrantes bolivianos y colombianos. También hay europeos de los países del este. Coinciden en que no tienen prejuicios en jugar con los neoyorquinos pero que son los neoyorquinos los que no quieren jugar al fútbol. La generación de Alexis Lalas, el vikingo de la selección nacional, no ha sido suficiente para inocular el virus del fútbol. Las estrellas mundiales en la Liga son un negocio lejano y las modificaciones reglamentarias para sumar más goles desvirtúan la cosa.

De todas maneras, hay quienes no se inmutan y confían en que el trabajo subterráneo dará sus frutos más temprano que tarde. El país que arrodilla al mundo toda vez que se le antoja, el que te indica que tenés que comer, donde tenés que dormir, cómo tenés que vestirte, qué tenés que leer y cúanto de televisión tenés que mirar por día, ¿cómo no va a poder instalar la idea de que jugar al fútbol está bueno y que -sobretodo- te puede hacer ganar mucho dinero? En esta línea de pensamiento entran, por ejemplo, los que llevan adelante desde el año '79 el Programa de Desarrollo Olímpico para el Fútbol Juvenil en los Estados Unidos.

Cuando el equipo norteamericano de fútbol se presentó en los Juegos de Pekín de 2008 donde Argentina se quedó con el título, apenas uno de los 18 jugadores no era hijo de ese programa de reclutamiento de talentos que estaba cerca de cumplir 30 años y que para muchos, inclusive norteamericanos, es desconocido. Pero justamente estas tres décadas, que para algunos son virtud, son vistas por otros como un déficit. Por eso también, desde 2007, se creó un Sistema de Desarrollo Académico que incluye 80 clubes de todo el país y que tiende a la captación de talentos que puedan nutrir al equipo que ahora dirige el alemán Jurgen Klinsmann.

Sin embargo, contrariamente a lo que se pudiera suponer en un país que tiene 315 millones de habitantes, la posibilidad para detectar y potenciar talentos futbolísticos no es sencilla. En términos sarmientinos, “el mal es la extensión”. Sucede que entre tantos habitantes y ante una geografía tan vasta, los recursos para lograr el objetivo nunca alcanzan y la impaciencia, tan capitalista, suele ganarse entre los que le enrostran a la inversión haber fracasado sistemáticamente en las competencias de juveniles, olímpiadas y torneos de mayor, con asiduidad y sin que las peran maduren

Las dificultades que el fútbol quiere torcer tampoco están exentas de prejuicios. Sino, vale preguntarle a Jack Kemp. Ex pre candidato a la presidencia por el Partido Republicano, el hombre se despachó a gusto:“se debe hacer una distinción entre el football americano, que es democrático y capitalista, mientras que el fútbol es un deporte europeo y socialista.” Franklin Foer, autor del libro “Cómo explica el fútbol el mundo: una extraña teoría de la globalización”, además de desnudar a Kemp también afirma pragmático en una de sus páginas: “El fútbol es uno de los grandes negocios del mundo. Los jugadores se compran y se venden a precios tremendos; los derechos de televisión para transmitir los partidos cuestan miles de millones de dólares; todas las grandes marcas mundiales quieren agregar su nombre a este fenómeno. Esto, desde cierto punto de vista, es una oportunidad que Estados Unidos debe aprovechar con ambición”.

Quizás cuando Kemps empiece a observar algunos números, empiece a pensar diferente. Según una estadística que cita el diario chileno La Tercera, “Fanatics,com” -la minorista de merchandainsing que más vende en el mundo- ha vendido más ropa de fútbol en Estados Unidos en los primeos días de la Copa del Mundo 2014 que durante todo el torneo de 2010. También sucedió que en el partido ante Ghana, donde los yanquis convirtieron el gol más rápido en la historia de los mundiales, la cadena ESPN subió el rating tanto que a poco estuvo de igualar el que en enero había alcanzado la definición del fútbol americano universitario, en enero.

Así, entre tanto enemigo interno, conviene recordar que los resultados, no siempre amigos de la realidad, nos demuestran que en verdad, Estados Unidos no para de progresar. Comprende mejor el juego, se planta de igual a igual contra equipos a los que antes no hubiera podido enfrentar ni con marines y tiene algunos valores -veteranos y no tanto- que se las traen: el moreno Timothy Chandler, el pelado Michael Bradley y el mejor: Clint Dempsey. Quizás ellos sin saberlo sean el producto de los que empezaron a pensar en fútbol hace ya 40 años, lejos de las luces del Cosmos de Pelé. Por ahora les alcanza por hacer crecer el interés por el juego por los parques de Flushing Meadow, donde ahora también juegan pibes neoyorquinos. Enamorarse será para después, cuando empiecen a ganar. Aunque uno no quisiera estar para verlo.







26 de junio de 2014

Crece desde el pie (de Messi)

La selección empieza a despejar algunas dudas y mejora, en rendimientos individuales y como equipo. Para los que dicen que todo fue trámite y que el Mundial comienza en octavos, fíjense en los hoteles donde se hospedaban España, Italia e Inglaterra. Hay habitaciones disponibles...



Hay una idea instalada de pedirle cierta perfección a la selección. Un poco por los nombres propios que la integran, otro por eso de la necesidad de un título del mundo que se ha decretado como prioritaria, vaya uno a saber porqué. Argentina integra una élite de ocho equipos que son los mejores del planeta, sin dudas. Pero en el contexto de esa paridad, tanto puede ganar el título como perderlo. Como resulte, no bajará de esa consideración que no es efímera, o no analiza solo un torneo de siete fechas -aunque sea el Mundial- sino que contempla el desempeño de un tiempo a esta parte.

Hecha la salvedad vale destacar que contra Nigeria, el equipo mejoró. No desde el resultado, porque antes también había ganado, sino de algunos reclamos que se le hacían con justicia. Más movilidad, más productividad y mejores rendimientos individuales. Para los que decían que Messi era lo único, ahora aparecieron Di María, algo más de Gago y apenas más de Higuaín. El síntoma de crecimento constante no deja de ser saludable. En un torneo corto, ánimo y contagio van de la mano y potencian los rendimientos hasta de los que uno menos espera. También están las contingencias. Y estas a veces ayudan.

Es el caso de la salida de Agüero. El Kun, titular en cualquier equipo del mundo, todavía no la pasa bien en la cancha. El esquema argentino, pero más el que suelen proponer los rivales, terminan por quitarle espacios. Asfixiado entre los zagueros adversarios, la última línea e Higuaín, acaso sea conveniente buscar un socio de Messi algunos metros más cerca del mediocampo, o sobre los laterales. Lavezzi, que ingresó por la lesión del Kun, aportó algo de esa solución que el equipo busca. Puede ser una opción interesante si las lesiones no lo dejan prosperar en la Copa al novio de la Princesita.

Después queda el aspecto defensivo, donde será conveniente no fustigar a los cuatro del fondo en exclusividad. En términos individuales, la actuación de los defensores no fue decepcionante. En todo caso, hubo desacoples, de los que no están exentos los volantes, e incluso los delanteros. En uno de los goles de Nigeria, los dos centrales salen juntos. Error infantil. Pero en otras acciones de juego, fue el equipo el que dejó a los zagueros mano a mano y a gran distancia del resto de sus compañeros en embestidas de los africanos.

Ahora será el tiempo de los ajustes. El tiempo -y los adversarios, porque Suiza no se aparece como un cuco- ayudan. Pero también colabora la victoria, que siempre predispone mejor para advertir y corregir los errores. Mientras, la inspiración de Messi vuelve a ser determinante y entusiasma. También, para los que todavía le pedían la prueba del carácter, el alumno se sacó un sobresaliente. Y, para lo último, ya que somos 40 millones de técnicos, acá va lo que le parece al cronista: quizás al socio para Lionel haya que buscarlo entre los volantes del banco de suplentes y no entre los delanteros.

25 de junio de 2014

Porto Alegre vs Davos, otro clásico



Ese día soñamos un mundo mejor. En verdad, todos los días soñamos un mundo mejor, solo que ese día pensamos que podía ser posible. Estábamos en Porto Alegre. Asistíamos a la inauguración del Foro Social Mundial, el espacio que había nacido como contraposición al Foro Ecónomico Mundial de Davos, la reunión anual de los representantes de las multinacionales que desparraman el veneno del neoliberalismo a toda la humanidad.

Lula recién había asumido como depositario de la fe de millones de brasileños. Recién se convertía en el primer tornero mecánico presidente de un país de los nuestros. Decía que “la esperanza vence al miedo” y todos los que allí estábamos sentíamos que tenía razón. A los que lo cuestionaban por ir a Davos les decía que concurriría para que esos señores oyeran que “no es posible que algunos coman cuatro veces al día y otros una vez cada cuatro días”.

Al lado del estadio donde hoy Argentina buscará clasificarse primera de grupo ante Nigeria, en el “Gigantinho”, Eduardo Galeano decía con parsimonia que “el poder identifica valor y precio. Pero hay valores que están más allá de cualquier cotización. No hay quien los compre porque no están en venta. Están fuera del mercado y por eso han sobrevivido”. De cerca lo miraban Samir Amin y Frai Beto.

Desde Bolivia llegaba un indígena cocalero que pronto daría que hablar. Evo Morales contagiaba desde lo profundo de sus convicciones silenciosas toda la sabiduría del altiplano y regaba de colores y diversidad el amplio corredor donde se desarrollaban cientos de actividades de otras tantas temáticas. Lo acompañaban cholas de miradas escondonas y trabajadores mineros bisnietos de cinco siglos igual.

Hugo Chávez, a poco de iniciado su proceso revolucionario fundaba la República Bolivariana de Venezuela y a viva voz discurseaba cerca de la Pontificia Universidad Católica.
Rubén Rada decía que nunca -en 40 años de trayectoria- había cantado para tanta gente. El anfiteatro Por du Sol y el Campamento de la Juventud veían pasar y vibrar a cien mil jóvenes del mundo, de un nuevo mundo, que se abría paso ante las ruinas en que el capitalismo de mercado sumía a la América Latina. Acaso se gestaba la semilla que pronto -ya con Néstor Kirchner- le diría que no al Alca en Mar del Plata.

Nacía 2003 y quizás un nuevo tiempo. Los movimientos sociales, los medios comunitarios, los sin tierra, los desposeídos, los ninguneados, los nadie, decían no a la guerra y pedían un lugar en la agenda de los que maniobran hasta los días del calendario.
En algo se parecían aquellas masas a las multitudes de los estadios. En la alegría y en un detalle futbolero: no hay nada más aburrido en un cotejo que no tomar partido por nadie. Hay que jugarse. Por uno o por otro. Pues aquí tampoco hay lugar para neutrales

Este día también -hoy- soñamos un mundo mejor. En verdad, todos los días soñamos un mundo mejor -quedó dicho-, solo que este día soñamos que lo estamos alcanzando. Se sabe que el fútbol no tiene nada que ver con esto, pero en la metáfora que constituye a diario, una sonrisa socarrona se nos escapa cada vez que los europeos hacen las maletas y los de este lado siguen su destino mundialista como un inexorable mandato de la historia.


Claro que los jugadores suizos no manejan bancos ni los futbolistas alemanes crearon a Angela Merkel. Claro que no. Pero hoy, cuando Porto Alegre nos vuelve a concitar la atención y los argentinos se movilizan hacia allí para soñar la única e irrepetible alegría del gol, el viejo clásico ante Davos se nos vuelve caprichosamente a la memoria y soñamos con que una vez les ganaremos. Y que será puerilmente para siempre.  

24 de junio de 2014

Humbertito


Toda una vida trabajando de hijo
cuan mantenido hermano del fracaso
un sobrino prematuro del ocaso
o nieto de un destino que no elijo

primo del acomodo desprolijo
colado en cada foto por si acaso
abuelo sin un sitio en el parnaso
tío rata que salió del escondrijo

lleva nombre que jamás será inscrito
donde a la globa le hagan un tributo
por eso de dar lo que vale por el pito

diminutivo de un hombre diminuto
ni para Humberto tiene, es Humbertito
y ni la vieja juna a este canuto  

23 de junio de 2014

Lo que natura no da

Algunos europeos hacen las maletas ahogados en su disciplina táctica. Uno no les pide que se vayan pegando patadas de impotencia, pero un poco de rebeldía, no le hace nada mal al fútbol.


Los tan mentados cinco defensores que introdujo Sabella ante Bosnia corrieron el eje del debate. La cuestión pasó a ser “con cuántos me defiendo” antes que “cómo juego”. Pocos repararon en que Holanda se defiende -supuestamente- con cinco y es uno de los mejores equipos de la primera fase o que Argentina jugó con los delanteros que pedía la popular (y Messi) ante Irán y no pudo descifrar el partido. Así las cosas, habrá que detenerse en el cómo, y en eso, los jugadores siguen siendo mucho más importantes que los entrenadores. El problema es que algunos no lo advierten.

Es el caso de muchos grandes futbolistas europeos que todos quisiéramos tener. Un Luka Modric, un Steven Gerrard, un Nani, son titulares en grandes equipos del mundo. Se potencian en esos grandes equipos pero carecen de un plus para hacer jugar a su ritmo a sus selecciones y terminan como víctimas de esquemas que no dejan lugar a lo impredecible, a lo que ellos sí son capaces de hacer. La superpoblación de “volantes mixtos” (creo que así los llaman) los conduce a un riesgo inevitable: desdoblarse para defender y atacar en un zona del campo de máximo desgaste, lo que conspira contra la lucidez para ser claros en los últimos metros de la cancha.

Los europeos que empiezan a marcharse antes de tiempo han hecho un culto de los esquemas por sobre los hombres. Y los hombres sumisos de los esquemas dificilmente ganen una Copa del Mundo. Uno espera que el espíritu guerrero y libertario de los balcánicos explote pero no; ahí está Croacia. Uno sueña con que la Torre de Babel británica se subleve a la flema pero no; ahí está el boleto de regreso. Uno espera. Está solo y espera, como Scalabrini, que alguien se rebele para dejar sentado que, cuando la disciplina prusiana no alcanza -¿verdad Holanda?- hay que tener soldados desertores, como Robben, el más sudamericano de los europeos del Mundial.

Se me antoja interesante que el debate mundialista deje de lado los números del esquema. Que se hable de sistemas sin incluir a los jugadores no es atinado. Alguien podría poner una panadería, pergeñar cómo será el horno y hasta saber si cocinará a gas o a leña. El tema es que necesitará un maestro panadero. Con todo lo otro solo no le alcanzará. Aquí los mejores muchachos del viejo mundo parecen no reparar en que ellos son capaces de elaborar el pan. El formateo es tan grande que antes lo entrenaban, ahora ya lo llevan en los genes. Por ahora lo están aprovechando los Neymar, los Messi, los que saben lo que se aprende en el baldío: que a veces, cuando viene la madre censora a culminar con el picado en el barro, no hay que hacer caso.  

22 de junio de 2014

Sincretismo



Dejé botellas en el altar de la difunta
prometí al Gaucho visitarlo por Mercedes
até un pañuelo de pilato por la punta
voltee un vaso por si el triunfo se me pierde



Acudí a Expedito “esto es urgente”
manos en cruz ahí nomás recé un rosario
ahuyenté a tanto basilisco de mi mente
Ceñí al cuello un bendito escapulario

Fui a una audiencia con José y con María
Me arrodillé frente al fiel niño de Atocha
pedí a San Roque que quitara de la vía
a esa peste vil que se llama la derrota

Pisé la mierda de los perros de este barrio
Teñí de rojo el color de un calzoncillo
agregué una hoja al trébol de mi patio
Llené con ruda el vacío en mi bolsillo

Recién entonces alivié en algo mi pecho
mas sin dejar de mi ateísmo un resabio
encaré la puerta, apoyé mi pie derecho

y ya más tranquilo... marché para el estadio 

Claudio "Turco" Cherep

21 de junio de 2014

Irán, Messi y el mundial de los juicios rápidos

Migajas de Messi y abundancia de Romero alcanzaron para superar apenas a Irán. Los nervios conspiran para lograr identidad. Pero yo confío en este equipo, tanto como desconfío de las sentencias presurosas de la web.


Este es un Mundial de muchos goles y de juicios rápidos. Para Argentina quizás sea al revés. Un Mundial con pocos goles pero con una sentencia que deberá esperar. La inmediatez, ganadora de todas las partidas a la paciencia, la cantidad de horas por día para el análisis de algo que solo dura noventa minutos y la búsqueda de consideraciones definitivas antes del desenlace abundan en Brasil, como la feijoada o el clima mundialista. La Selección de Sabella tiene carencias, claro. Pero más sufre por los que les piden que haga el segundo gol antes que el primero.

Irán fue un escollo de cuidado. Porque jugó por encima de sus posibilidades, porque Argentina jugó por debajo de las suyas, pero porque los juicios previos ya vaticinaban la goleada. Son los mismos juicios que dieron candidata a Italia en la primera jornada y quitaron el concepto en el segundo partido. Los que gastaron a cuenta de España y ya lo borraron con el codo. Por face, twitter, radio, tv, las veinticuatro horas alguien está sentenciando actuaciones, roles, jugadas, goles. En el césped, sino pregunten a Inglaterra, la cosa es bastante diferente.

Con la misma vorágine que consumieron a Sabella por la tan mentada línea de cinco, en el partido ante Bosnia, ahora no repararon en que Argentina puso tres arriba, como pedían todos, pero no pudo ser profundo. Con la misma ligereza que sacaron a Costa Rica de la Copa antes de que empiece, ahora hablan de la "cenicienta centroamericana". Ahora, ¿eso quita que Argentina esté lejos de su nivel? No. Por más que Messi sea decisivo se lo necesita más participativo. Por más que Sabella reconozca errores, deberá encontrar el funcionamiento. Y en ese sentido, me permito no ser pesimista.

Desde octavos en adelante, Argentina se medirá con rivales que de ninguna manera podrán jugar como Irán. Necesitarán buscar para seguir adelante y en la búsqueda puede que aparezcan los espacios que hoy el equipo de Sabella necesita. No obstante, para buscarlos tendrá que tener variantes que hoy no mostró. Acaso un socio para Messi como Ricky Alvarez. Quizás un Gago más participativo, como en el segundo tiempo ante Bosnia. Y, sobre todo, la mejora en rendimientos individuales como Di María o el propio Messi, a pesar de su virtud de sellar la suerte de un partido de un momento a otro.

El beneficio mayor, está claro, es la clasificación en mano. Es bien difícil -sobre todo cuando los tiempos son breves como en un mundial- darle fisonomía a un equipo que pierde. Que la selección haya ganado sin jugar bien y ya esté en octavos es factible que llevará la tranquilidad suficiente para repensar algunos conceptos. Ahora será el tiempo otra vez de los que enjuician lapidariamente. Ya lo habían matado a Romero, hoy figura. Ya habían dicho que Rojo no; y hoy fue más que importante. Ya tenian la garganta y el teclado listos para lapidar a Messi...


20 de junio de 2014

Que no se diga, Platini. Los franceses no saben jugar al fútbol

Marine Le Pene -hija de tigre- gana escanios para la extrema derecha gala con los argumentos de siempre: ajuste y expulsión de los extranjeros. Pero cuidado, no sea cosa que se queden sin equipo.



París es una fiesta. Hay muchos franceses pálidos de ojos azules que frente al Arco del Triunfo, al pie de la Torre Eiffel o en los elegantes restaurantes de los Champs Élysées festejan cantando la Marsellesa. La alegría solo ha podido ser posible gracias a un grupo de hombres que no son franceses, que tienen ojos oscuros como la piel y que no saben cantar la Marsellesa. En el Stade de France esos muchachos desatan un festejo más alocado -menos francés- con sus torsos desnudos y la bandera de cada una de las patrias que sienten propias, tras conquistar la primera Copa del Mundo para Francia en 1998. Jean Marie Le Pen, el candidato de la extrema derecha, se queja en los medios de comunicación por esos 17 jugadores -de los 23 del plantel- que no solo no son franceses, sino que la mayoría son negros.

En la desigual Francia de Chirac viven africanos que no pudieron ser Desailly o Vieyra, los baluartes del sistema defensivo. Venden baratijas y moran en los suburbios, amontonados en departamentos, sospechados por la policía y propensos a las trifulcas callejeras donde siempre la ley les guarda la peor parte. Pero festejan también. Acaso sienten más propios al argelino Zinedine Zidane, al ghanés Bernard Lama, al caledonio Karembeu o al armenio Dyorkaeff. Y puede que tengan razón. Lilian Thuran tiene el tupé de dedicarle el triunfo a su abuelo, porque murió peleando por la independencia de la Isla de Guadalupe que es... una colonia de Francia. La extrema derecha vuelve a irritarse pero no puede azotarlo. Ahora es un futbolista galo campeón del mundo, no como esos otros vendedores ambulantes, portacaras, no-franceses.

El pasado domingo 25 de mayo, 18 días antes del inicio del Mundial, Marine Le Pen ganó las elecciones europeas con el 25% de los sufragios. La segunda minoría quedó constituida por la Unión por una Mayoría Popular, un espacio político que solo puede estar al centro si es que a la derecha hay un Le Pen. La hija del viejo Jean Marie también está preocupada por la ola de inmigrantes que le quitan la comida y el trabajo a los franceses de verdad. “Que se aplique la política de los franceses, para los franceses y con los franceses”, bramó unos minutos después de conocer el resultado del escrutinio. Fue un tiro por elevación para la conducción de la zona Euro, pero todos sabemos bien de qué habla cuando dice “los franceses”.

Igualmente, la blonda Marine deberá tomar nota del equipo que busca reeditar el triunfo conseguido aquella vez en París. Mamadou Sakho es hijo de senegaleses, lo mismo que Bacari Sagna y Patrice Evra, que también llegó desde ese país del norte de África. Eliaquim Mangala nació en el Congo, Paul Pogba es hijo de guineanos y Moussa Sissoko es de Malí. También están los angoleños Río Mavuva y Blaise Matuidi, sin olvidarnos del tunecino Loic Remy y el argelino Karim Benzema que -por las dudas ya lo aclaró- ni piensa cantar la Marsellesa. Al menos está también Rémy Cabella, que no será puro pero no es negro, sino de ancestros italianos.

Esta vez Francia no tiene un equipo que le permita soñar con repetir el lauro parisino de 1998. Lo que continúa indenme es el discurso fascista de sus principales referentes políticos. Lilian Thuram, el elegante defensa y autor del libro “Mis estrellas negras” lo definió mejor que nadie Nací en Guadalupe y cuando llegué a París, con nueve años, vi unos dibujos animados en los que aparecían dos vacas: una negra, muy estúpida; y una blanca, muy inteligente. Mis compañeros me llamaban Noiret. Le pregunté sobre ello a mi madre. y me dijo: ‘Es así, son racistas’. Luego, tuve la suerte de que me explicaran lo que es el racismo. Se necesita superar el sentido de culpabilidad”. Quizás Marine y su papá no se hayan detenido ni un minuto en leer un libro escrito por un negro.

19 de junio de 2014

Tavárez, si no juega Lugano póngalo a Artigas

Uruguay tiene una parada brava y se queda sin su capitán. Ya que hoy es el cumpleaños del Protector de los Pueblos Libres, yo lo probaría ante Inglaterra, rival que ya conoce.


Para mí que no lo va a defraudar, don Tavárez. Yo que usted pruebo. Total, muy bien no le ha ido el primer partido. Además, él sabe como nadie lo que significa jugar contra Inglaterra. Claro que no es bueno quedarse sin Lugano. A quién le va a gustar. Pero no me diga que Artigas no puede jugar perfectamente en la última línea. Si ha jugado cada uno allí. ¿Que se necesita para plantarse ahí atrás, eh, qué se necesita?. Liderazgo. Bueno, Artigas lo tiene. Cabeza levantada. ¿Quién levantó más la cabeza en el paisito, eh, quién?. Pertenencia. Bueno, pero si hasta su abuelo nació en Montevideo. Póngalo a Artigas, Maestro, hágame caso.

Es cierto, hoy el fútbol se juega más rápido. A eso no se lo voy a objetar. Igual, concédame que con Lugano también podríamos perder. Y, le pregunto, Maestro, ¿qué le va a dar más espaldas a usted, perder con Lugano o perder con Artigas? ¿Quién se lo va a objetar? ¿Que la prensa tira para los de afuera? Pero en todos lados pasa eso. Lo importante es que piensa el pueblo, no la prensa. Si desconfía de la experiencia, tampoco se crea que Luisito Suárez o Forlán son pibes. Ellos también son veteranos. Con la diferencia que se fueron a hacer la plata afuera, no como Artigas. ¿Sabe cuánto valdría hoy Artigas, Maestro?

Para mí que hasta Godín va a rendir mejor con Artigas al lado. Si el partido viene bravo, algo que con los ingleses es más que probable, el Protector agarra la lanza y agarráte catalina. Pruebe, Maestro. Hay que hacerse respetar porque si no nos volvemos en la primera ronda. Para salir del fondo tiene que haber gente que pida la pelota cuando las papas quemen. ¿O quién se cree que inventó la garra charrúa por la que hoy nos conocen en todo el mundo?. Póngalo a Artigas, Maestro. No haga usted como esos pibes con acné que ven su poster amarillento en la habitación de los padres y hasta esbozan una sonrisa socarrona y desmemoriada.

Le reconozco que Artigas en su paso por el extranjero no tuvo un buen momento. Pero tampoco se crea que fue todo culpa de él. Algunos dirán que no se adaptó al juego de los otros países. Yo más bien creo que en los otros países no se adaptaron a su juego. Esa es la justa. Cuando a Arévalo Ríos o a Cavani los vendieron tuvieron que cambiar la forma de jugar, de vestirse y hasta de alimentarse. Y yo no digo que no sean buenos. Pero me quedo con Artigas, que jugara donde jugara, no dejaba atrás ni un hábito, ni una costumbre, ni una maña. No traicionarse le dicen a eso.

Dele, Maestro. No va Lugano, póngalo a Artigas, que el fulbo, como la política, no tiene un modo de jugarse antes y uno ahora. Fue siempre igual. Siempre hubo el que juega y el que juega para los otros. El que pega y el que sale jugando. El que la pide y el que se esconde. El que amaga una conducta y termina por ejercitar otra. El que va al frente y el que arruga. Lo otro es pura gilada. ¿Que cambió la velocidad? Se lo admito. Pero Artigas cumple hoy 250 años y todavía lo nombran. Con todo respeto no creo que pase eso con los otros. No sé. Para mí.