La historia de Jean-Marc Bosman, aquel
belga que puso contra las cuerdas a todo el sistema del fútbol
europeo, ha caído injustamente en el olvido. Aquí, vamos al
rescate, para que la recuerdan los canosos y la conozca el piberío.
Esas manos que tuvieron tomados del
cuello a los dirigentes burócratas, las mismas que manejaron un
Porsche o recorrieron siluetas de mujeres bellas, ahora empuñan
copas cargadas de un alcohol berreta que suele atemperar una condena
perpetua: la de haberse alzado contra la poderosa UEFA y haber puesto
del revés a todo el fútbol europeo. Son las manos de Jean-Marc
Bosman, el futbolista belga que resignó su carrera profesional a
cambio de los derechos de sus colegas de todo el viejo continente.
Era 1990 y a sus 25 años, Jean-Marc
jugaba en la primera división del Real Fútbol Club de Lieja. Hacía
poco que el mundo ya no era el mismo. Había caído el muro de Berlín
y la muerte de las ideologías, con apologistas como Fukuyama y
teóricos pagados por las principales escuelas norteamericanas del
pensamiento neoliberal, se sembraban por todo el planeta. Nacía una
presunta nueva Europa que se propagandizaba como sin fronteras para
todos menos algunos. Entre esos algunos estaban los futbolistas
profesionales.
Bosman jugaba como volante ofensivo.
Para los “diablos rojos”, tal como llaman al club de Lieja, era
una promesa que no había concretado todo lo que se esperaba de él a
la hora de la consolidación. Había sido una referencia en
inferiores y hasta había integrado algunas selecciones nacionales en
categorías menores. Cuando quiso renovar su contrato le negaron lo
que pretendía ganar. Entonces decidió emigrar y logró un acuerdo
con un club menor del fútbol francés: la Unión Sportive Dunkerque.
Lo que en principio sería una
posibilidad de crecimiento profesional y económico para Jean-Marc se
frustró en los escritorios. Los dirigentes de los clubes no
acordaron el pase y, como se dice de este lado del océano, lo
colgaron. Entonces el jugador presentó una demanda contra el
RC Lieja, contra la Federación Belga de Fútbol y contra la
mismísima UEFA, aduciendo que las normas de esas instituciones le
habían impedido trabajar en otro país, algo que contrariaba
cualquier ley por encima de las del fútbol.
El jugador debió esperar cinco años
para que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, desde
Luxemburo, le diera la razón. Los togados declararon ilegales las
indemnizaciones por traspaso de futbolistas y los cupos de
extranjeros para jugadores nacionales de estados miembros de la Unión
Europea. Contrariamente a lo que podía suponerse, ese 15 de
diciembre de 1995 se decretó el ocaso de la carrera del jugador que
ya no volvería a ser contratado por ningún club, no solo de
Bélgica, sino de todo el viejo continente.
El fútbol europeo cambió para siempre
y la vida de Bosman también. Los equipos se convirtieron en
verdaderas Torres de Babel y en los países emergentes, muchos
obtuvieron la doble ciudadanía para poder jugar en la meca llamada
Europa. Pero corporativamente no hubo ningún Sargento Cruz para ese
Martín Fierro que debió dejar su carrera, se deprimió, se recluyó
y perdió todo el dinero que había obtenido en los 6 años en los
que pudo desempeñarse como un futbolista profesional, bajo las
reglas del sistema.
Bosman se ganaba la vida en equipos de
aficionados donde ya no le pagaban en moneda belga sino en la nueva
moneda que quería dominar el mundo: el euro. Claro que los 400 o 500
que ganaba no le alcanzaban y tuvo que vender todo lo que tenía.
También rompió su matrimonio y cayó en el alcoholismo, además de
haber sido denunciado por ejercer violencia de género. Ahora mismo,
si quiere dar una entrevista tiene que pedir autorización a la
justicia y estuvo a punto se ser encarcelado tras la denuncia de su
ex esposa.
Jean-Marc ha trabajado como bombero y
como canchero de un estadio comunal. Un sindicato de jugadores está
pensando en un encuentro a beneficio para ayudarlo, mientras
sobrevive de la asistencia del estado. Mientras tanto, la selección
de Bélgica, con la que Argentina jugará la chance de ir a
semifinales el sábado, está integrada en buena parte por jugadores
extranjeros que pudieron llegar a desarrollarse en ese país, gracias a que hace 24 años este señor pateó el hormiguero de la UEFA para
que, en el mismo momento en que se alumbraba su ruina, el mundo
conociera una nueva regla que lleva su nombre: la ley Bosman.
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