5 de julio de 2014

Saber que se puede

Recuperado Higuaín, consolidado el fondo y con una fisonomía de equipo más solida, Argentina consiguió el pase a semifinales; pero también el derecho a soñar con lo más preciado.


Sabella, el tipo más sospechado del país, empieza a demostrar que es inocente en la mayoría de las acusaciones a las que se lo somete. Declaran a su favor Pipita Higuaín, Demichelis, Biglia, Rojo y hasta Basanta o Enzo Pérez. Sabella, el que tiene 40 millones de competidores en el cargo, empieza a darle una fisonomía de equipo a esta selección en el momento en que más lo necesita. Sabella, el que supo cambiar a tiempo, encara ahora los dos encuentros que podrían ponerlo a las puertas de la gloria que ya acarició cuando fue campeón del mundo en México 86.

Ahora, ¿porqué hablar de Sabella y no del equipo? Porque justamente el equipo como tal tuvo respuestas colectivas que se llaman sistema de juego y en eso, el responsable es Sabella. Pero además, porque es un acto de estricta justicia por cómo lo castigaron con disparates tales como que "solo lleva jugadores de Estudiantes" -entre los más leves- o "le arma el equipo Máximo Kirchner", entre los dislates mayores. Tras las aclaraciones, vale el análisis del partido que pone a Argentina en semifinales por primera vez en 24 años.

Se especulaba con que Bélgica fuera el primer rival con otras aspiraciones y que esto pudiera favorecer el juego argentino. En verdad, no lo sabemos, porqué lo que obligó a salir a Bélgica fue el gol argentino. Antes, los diables rouges demostraron que no pensaban en tener la iniciativa. Después demostraron que las ideas que los tuvieron casi 20 fechas invicto, se desvanecían al calor del planteo de Argentina, el compromiso para llevarlo a cabo y la amenaza permanente que significa la atención que hay que prestarle siempre a Messi, aún cuando no haya sido el mejor partido de Lío.

A propósito de esto, el equipo dio otra muestra de espíritu colectivo. Demostró que es capaz de jugar sin la mejor versión de Lío y sin Di María. El recuerdo vale para quienes hace tres días, ante Suiza, dijeron que sin ellos esta formación no podía cruzar la calle sola. Como botón de muestra de la solidaridad expresada vale resaltar a Lavezzi, más lejos del arco rival, más cerca del overol, bien jugado por la causa, sacrificado en pos de un objetivo mayor antes que del lucimiento personal. Y de seguro mal calificado por los opinadores profesionales de las redes sociales.

Hoy no se hablará demasiado del "primer pase", ese que necesita Messi según los expertos. Tampoco se dirá mucho de "la lectura conceptual del partido", acaso porque los partidos no se leen, sino que se juegan. Quizás no se oiga sobre "atacar los espacios", porque Higuaín abrió su boca de gol para tapar todas las otras. De seguro que no se hablará del "juego aéreo" porque Garay y Demichelis ganaron siempre cuando los belgas lo adoptaron como única vía. Como canta Marziali, "palabras pa'explicar un fato que pal'vulgo no precisa explicación". 

La idea que quedó flotando es que se puede. Que el Mundial no tiene cucos y que Argentina tiene argumentos para estar donde llegó, tanto como para subir los dos peldaños que faltan. La ventaja es que las respuestas que el equipo fue dando hacia afuera, también se las dio hacia adentro, para disipar todas las dudas. La solidez, muchas veces es hija de la tranquilidad. La que transmite Sabella a pesar de los profetas del odio. La que buscarán conjugar con la felicidad perpetua dentro de muy poco. 

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