4 de julio de 2014

Decime qué se siente, tener en casa a tu papá

Cuando mañana la Selección Argentina juegue con Bélgica jugará en el estadio “Mané Garrincha” de Brasilia. De él algo sabemos. De Ulf, su hijo sueco que no llegó a conocer, quizás no tanto.



Hija, perdóname los sueños que me ausentan siempre,
que me llevan lejos, que abaten mi frente, que me vuelven viejo.
Hija, la vida era en serio, yo tengo la culpa por ser tan ingenuo,
creo en el amor y por él te tengo.
Hija, en un día de estos, te dirán algunos que he perdido el tiempo,
que he sido un iluso, ríete de ellos.
Rafael Amor

Siempre hace frío en Suecia, pero esta primavera de mayo es especialmente gélida. En Estocolmo y en pueblos más árticos, como este de Umea, donde el plantel de Botafogo aguarda concentrado para jugar un amistoso, el sol se pone muy tarde. Es 1959, de modo que en el país nórdico todavía resuenan los ecos del triunfo de Brasil, en la Copa del Mundo jugada allí el año anterior. La Universidad, que aún no ha cumplido una década, ha hecho al poblado muy cosmopolita para la época. Las mujeres, crisol de razas entre vikingos, invasores rusos y aventureros de toda laya, son bellas y liberales.

Los jugadores de Botafogo se aburren en el hotel pero entre ellos uno se aburre más. Pájaro al viento, enemigo del encierro, Manoel Dos Santos “Garrincha”, ha planificado una fuga nocturna. Joao Saldanha, el entrenador del equipo, no durmió al comprobar la ausencia de la joya de su equipo. El “Mané” tampoco. Caminó a la vera del río Ume, al que el sol tenue de la estación primaveral le había quitado su capa de hielo. Buscó tabernas para beber el licor que lo hacía jugar como ninguno. Así como lo perdían sus marcadores, ahora él se perdió. O se quiso perder.

El frío y la noche son un cóctel para enamorarse. O para ejercer el derecho al amor. Garrincha sabe unas pocas cosas. Sabe coser y sabe beber porque lo aprendió de niño. Y sabe amar. No conoce las calles ni lee ni escribe demasiado. De no ser porque se encontró con Bloon, quizás no hubiera podido regresar a tiempo para el partido del día siguiente. Bloon, en sueco, quiere decir flor. Y se sabe que a los pájaros libres les gusta posarse sobre las flores. Bloon entrometió entre sus cobijas al puntero derecho que jugaba bailando. Los biógrafos morbosos dicen que lo hizo a sus 19 años, en su propia casa, mientras sus padres miraban TV.


Hay un hombre de ojos negros y mirada melancólica que vende panchos en una plaza de Halmstad. Contrasta con los ojos azules y los cabellos rubios de los que pasean sin prisa y con placidez. Tiene labios carnosos y una nariz semiñata que no se condice con los de las mayorías. Ha nacido en el verano de 1960 y también sabe unas pocas cosas. No conoce a su padre ni a su madre biológicos, no sabe que ha de tener al menos una veintena de hermanos ni porqué una maldita enfermedad ósea le impidió hacer lo que más hubiera querido en la vida: jugar al fútbol. Lo que sí sabe, desde los 8 años -y han pasado ya 46- es que su padre es Garrincha.

El muchacho al que las canas le siguen perdonando el tiempo es Ulf Lindberg Henrik, el hijo de la flor y el pájaro, el fruto de aquel amor efímero como la gloria y la fortuna de su padre. Ulf fue criado en adopción por una familia de clase media. Bloon, que se ganaba la vida como camarera no tenía cómo alimentarlo. Cuando Ulf se enteró quién era su papá biológico, allá por 1967, el “Mané” iniciaba su declive futbolístico e iría a pasar buen tiempo sin conocer los resultados de aquella aventura sueca. De los cuatro hijos que tuvo el vendedor ambulante Ulf apenas uno heredó condiciones para jugar al fútbol. Pero su calidad no se le parece a la del abuelo.

Hay varios ADN que demuestran la paternidad de Garrincha. El mismo astro, enterado muchos años después de la existencia de Ulf, pudo conseguir una foto que lo sorprendió por su parecido físico. Alguna vez el destino pudo cruzarlos. Argentina iba a estar en el medio porque el encuentro debía ser durante el Mundial 78, cuando el alma de wing pensaba comentar el mundial de nuestro país para la televisión brasileña. Pero como para los entrenamientos, Garrincha era remolón y eligió algunos bares antes que cumplir con la formalidad. Ulf no pudo viajar y después su padre murió del modo que todos sabemos que murió.


En el Aeropuerto de Galeao, ahí en los suburbios de Río de Janeiro, un hombre que no se parece a ningún turista baja de un avión de una compañía sueca. Tiene 45 años y lo acompaña el pibe que quiere ser jugador como el abuelo. Hace un calor que jamás haría en Umea y lo esperan las señoras Rosangela y Marcia. Ellas tuvieron mejor suerte. Son parte de la prole de 14 hijos reconocidos por Mané y están allí para recibir a su medio hermano. Es el 2005 y han planeado ir juntos a la tumba de Garrincha, al museo que lo recuerda y a las playas de Copacabana, donde el más grande gambeteador de la historia amó a otras tres esposas y una treintena de amantes.

Ulf Lindberg se siente extraño y querido. Es el único varón que sobrevive de los tres que alumbraron las mujeres del campeón mundial. Garrinchinha y Nenem han muerto trágicamente en sendos accidentes de tránsito. Dice que pese a que hace mucho que sabe lo que no muchos saben, recién ahora se considera psicológicamente capaz de afrontar su pasado. Lloriquea abrazado a su hijo Martín y a las desconocidas que empiezan a conocerlo. Cuando el fin de semana, los Dos Santos organicen una comida que juntará a toda la descendencia, Ulf llorará mucho más y se codeará por primera vez con su verdadera identidad.

Ulf le cuenta a sus hermanas que él también tiene las piernas arqueadas. No se casó tres veces sino una. No anotó catorce hijos sino cuatro. Igualmente, para él la vida no ha sido nada fácil. En Maracaná se planta frente al busto de su viejo y en Pao Grande, el poblado de los suburbios donde nació el bautizado Manoel, aprende que Garrincha es más querido que Pelé. En la tumba de papá Ulf sabe que está ante el momento más difícil de su vida. Lo persigue una cámara que está filmando un documental sobre “el ángel de las piernas torcidas”, pero más lo persigue, aunque no conozca el tango, el pasado que vuelve a enfrentarse con su vida.


Según la revista de ESPN en Brasil, poco antes de morir el Mané concedió una entrevista en la que admitió haber tenido a Ulf, de quien conoció su nombre mucho después. La nota trascendió hace un par de años y los editores declararon que fue chequeada debidamente. Allí Garrincha no solo reconoce su paternidad, sino que dice saber que el joven juega al fútbol en Suecia y hasta se muestra complacido de que alguien lo suceda. Quizás sabe que va morir con la certeza con que desbordaba en la cancha y en las copas.

En el cementerio, Ulf -que no habla portugués- pregunta por esa placa en esa tumba casi olvidada y le dicen que dice “Aquí descansa en paz aquel que fue la alegría del pueblo”. La mirada se le humedece y lo lleva de nuevo a las calles ateridas de Umea, al orfanato en el que estuvo hasta que fue rescatado por la familia que lo crió, a la pobreza y al olvido. Abrazado a sus hermanas les dice que conocerlas fue lo mejor que le pasó en la vida. Ahora Garrincha hijo puede decir que no solo lo une a su padre un parecido físico asombroso. Ahora puede decir que él también se siente Campeón del Mundo.

*La obra que ilustra el texto es de la artista Maribel Piñera Seco
*La fuente principal de este trabajo es el documental de ESPN para Brasil
*Otras fuentes: biografía del “Angel de las piernas torcidas”, de Ruy Castro

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