30 de junio de 2014

Siempre que mordió paró

Ya eliminado el seleccionado de Uruguay y acallados los ecos de un presunto boicot, el mordedor Luis Suárez se devolvió al centro de la escena. Hoy pidió perdón a través de un comunicado y dijo que nunca más volverá a morder a nadie. Mientras Alemania construía su triunfo inexorable ante Argelia y Francia transpiraba más de la cuenta con nigeria, el delantero oriental retrotrajo la foto del mordisco, tan olvidable como la eliminación de su equipo.



La sensación que dejó el affaire de Suárez con el tal Chiellini es la de un gran exabrupto. Exabrupto por el tipo de infracción, poco frecuente, pero más por las repercusiones posteriores. Este cronista, populista confeso, no obstante entiende que la idea de que la FIFA conspire contra el paisito y, como consecuencia de ello, contra los sueños emancipadores de la Patria Grande, a través de una sanción exagerada, es por lo menos un disparate. U otro exabrupto.

Es cierto que la inclinación primera, natural, de cualquier persona de bien, es ponerse en contra de la FIFA ante cualquiera de sus fallos. Uno cree que la FIFA es como la Sociedad Rural. Donde ellos están, si uno se planta en la vereda de enfrente tiene un 100% de posibilidades de acertar. El tema es que Luis Suárez ya era un mordedor serial, un discriminador xenófobo y un infractor de consideración antes de acometer contra el zaguero italiano.

Y entonces, aunque uno no esté con la FIFA, tampoco será cuestión de que se ponga del lado de un tipo que no puede estar adentro de una cancha, si periódicamente y entre gol y gol, muerde, pega patadas voladoras o le grita negro de mierda a los africanos. Es tan cierto que la FIFA no tiene autoridad moral como que Suárez tampoco. Y la verdad es que Suárez, la Asociación Uruguaya y el Pepe Mujica, saben bien que están jugando justamente con las reglas de... la FIFA.

La idea de que los garcas de la FIFA nos discriminan por sudacas está muchas veces desmentida por la nacionalidad de sus miembros. Uruguay y Argentina, con Grondona como segundo, tienen importante representación en los escritorios de Zurich. En todo caso, la FIFA constituye una multinacional de garcas donde no solo hay gringos de ojos azules sino que cada país aporta su cipayo de preferencia.

Deportivamente, también convendrá recordar que Brasil, Argentina y el propio Uruguay han salido campeones muchas veces y en distintas épocas con una coincidencia: siempre los dirigentes de FIFA eran tipos parecidos, más cerca del lavado de dinero de los bancos de Ginebra que de los tupamaros uruguayos, Los Sin Tierra de Brasil o el Movimento Obrero Organizado de nuestro país. De modo que, el llanto deberá quedar para otra ocasión.

Ahora vendrá, tras el arrepentimiento, una probable reducción de la pena de Suárez. Ojalá que le atenúen la sanción porque es desmedida, sobre todo en la idea de prohibirle asistir a los estadios. Pero de ahí a que el presidente del país lo reivindique, lo justifique y lo vaya a recibir al aeropuerto, hay un trecho más largo y absolutamente discutible. Los dejo, no sea cosa que mis amigos, más populistas que yo, me acusen de haberme vendido al imperio.



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