Algunos europeos hacen las maletas
ahogados en su disciplina táctica. Uno no les pide que se vayan
pegando patadas de impotencia, pero un poco de rebeldía, no le hace
nada mal al fútbol.
Los tan mentados cinco defensores que
introdujo Sabella ante Bosnia corrieron el eje del debate. La
cuestión pasó a ser “con cuántos me defiendo” antes que “cómo
juego”. Pocos repararon en que Holanda se defiende -supuestamente- con cinco y es
uno de los mejores equipos de la primera fase o que Argentina jugó
con los delanteros que pedía la popular (y Messi) ante Irán y no
pudo descifrar el partido. Así las cosas, habrá que detenerse en el
cómo, y en eso, los jugadores siguen siendo mucho más importantes
que los entrenadores. El problema es que algunos no lo advierten.
Es el caso de muchos grandes
futbolistas europeos que todos quisiéramos tener. Un Luka Modric, un
Steven Gerrard, un Nani, son titulares en grandes equipos del mundo.
Se potencian en esos grandes equipos pero carecen de un plus para
hacer jugar a su ritmo a sus selecciones y terminan como víctimas de
esquemas que no dejan lugar a lo impredecible, a lo que ellos sí son
capaces de hacer. La superpoblación de “volantes mixtos” (creo
que así los llaman) los conduce a un riesgo inevitable: desdoblarse
para defender y atacar en un zona del campo de máximo desgaste, lo que conspira contra la lucidez para ser claros en los últimos metros de
la cancha.
Los europeos que empiezan a marcharse
antes de tiempo han hecho un culto de los esquemas por sobre los
hombres. Y los hombres sumisos de los esquemas dificilmente ganen una
Copa del Mundo. Uno espera que el espíritu guerrero y libertario de
los balcánicos explote pero no; ahí está Croacia. Uno sueña con
que la Torre de Babel británica se subleve a la flema pero no; ahí
está el boleto de regreso. Uno espera. Está solo y espera, como
Scalabrini, que alguien se rebele para dejar sentado que, cuando la
disciplina prusiana no alcanza -¿verdad Holanda?- hay que tener
soldados desertores, como Robben, el más sudamericano de los
europeos del Mundial.
Se me antoja interesante que el debate
mundialista deje de lado los números del esquema. Que se hable de
sistemas sin incluir a los jugadores no es atinado. Alguien podría
poner una panadería, pergeñar cómo será el horno y hasta saber si
cocinará a gas o a leña. El tema es que necesitará un maestro
panadero. Con todo lo otro solo no le alcanzará. Aquí los mejores
muchachos del viejo mundo parecen no reparar en que ellos son capaces
de elaborar el pan. El formateo es tan grande que antes lo
entrenaban, ahora ya lo llevan en los genes. Por ahora lo están
aprovechando los Neymar, los Messi, los que saben lo que se aprende
en el baldío: que a veces, cuando viene la madre censora a culminar
con el picado en el barro, no hay que hacer caso.
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