23 de junio de 2014

Lo que natura no da

Algunos europeos hacen las maletas ahogados en su disciplina táctica. Uno no les pide que se vayan pegando patadas de impotencia, pero un poco de rebeldía, no le hace nada mal al fútbol.


Los tan mentados cinco defensores que introdujo Sabella ante Bosnia corrieron el eje del debate. La cuestión pasó a ser “con cuántos me defiendo” antes que “cómo juego”. Pocos repararon en que Holanda se defiende -supuestamente- con cinco y es uno de los mejores equipos de la primera fase o que Argentina jugó con los delanteros que pedía la popular (y Messi) ante Irán y no pudo descifrar el partido. Así las cosas, habrá que detenerse en el cómo, y en eso, los jugadores siguen siendo mucho más importantes que los entrenadores. El problema es que algunos no lo advierten.

Es el caso de muchos grandes futbolistas europeos que todos quisiéramos tener. Un Luka Modric, un Steven Gerrard, un Nani, son titulares en grandes equipos del mundo. Se potencian en esos grandes equipos pero carecen de un plus para hacer jugar a su ritmo a sus selecciones y terminan como víctimas de esquemas que no dejan lugar a lo impredecible, a lo que ellos sí son capaces de hacer. La superpoblación de “volantes mixtos” (creo que así los llaman) los conduce a un riesgo inevitable: desdoblarse para defender y atacar en un zona del campo de máximo desgaste, lo que conspira contra la lucidez para ser claros en los últimos metros de la cancha.

Los europeos que empiezan a marcharse antes de tiempo han hecho un culto de los esquemas por sobre los hombres. Y los hombres sumisos de los esquemas dificilmente ganen una Copa del Mundo. Uno espera que el espíritu guerrero y libertario de los balcánicos explote pero no; ahí está Croacia. Uno sueña con que la Torre de Babel británica se subleve a la flema pero no; ahí está el boleto de regreso. Uno espera. Está solo y espera, como Scalabrini, que alguien se rebele para dejar sentado que, cuando la disciplina prusiana no alcanza -¿verdad Holanda?- hay que tener soldados desertores, como Robben, el más sudamericano de los europeos del Mundial.

Se me antoja interesante que el debate mundialista deje de lado los números del esquema. Que se hable de sistemas sin incluir a los jugadores no es atinado. Alguien podría poner una panadería, pergeñar cómo será el horno y hasta saber si cocinará a gas o a leña. El tema es que necesitará un maestro panadero. Con todo lo otro solo no le alcanzará. Aquí los mejores muchachos del viejo mundo parecen no reparar en que ellos son capaces de elaborar el pan. El formateo es tan grande que antes lo entrenaban, ahora ya lo llevan en los genes. Por ahora lo están aprovechando los Neymar, los Messi, los que saben lo que se aprende en el baldío: que a veces, cuando viene la madre censora a culminar con el picado en el barro, no hay que hacer caso.  

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