Lautaro tenía 22 años. Un lanzazo del
ejército conquistador comandado por Francisco de Villagra lo
atravesó en el pecho. Hacía 10 años que en la Batalla de
Reinohuelén, en 1536, aunque niño, lo habían tomado prisionero.
Los mapuches como Lautaro, pobladores de Chili, en su lengua
original, temían a los hombres blindados de Valdivia y Almagro. Los
españoles tomaron al jovencito para que atendiera los caballos y los
acompañara en las batallas. Yanacona le decían a quien le
confiaban una tarea que solo era para valientes.
Gary Medel
está desgarrado y se arroja, todo su cuerpo al aire, para despejar
el peligo al córner. Alexis Sánchez se arremanga los pantalones
cortos y los estira todo lo que puede, como a sus músculos, para
soportar los calambres. Arturo Vidal aguanta 87 minutos al límite de
sus posibilidades. De ancestros conquistados, ahora son ellos los que
salen a conquistar una gloria que demandará 120 minutos y una agonía
de lanzazos diferentes a los que recibió Lautaro, que llaman
penales.
Lautaro
ahora tiene 18 años y cree que debe escapar porque él ha nacido
para ser libre. De sus captores ha aprendido las tácticas de la
guerra. Sabe cómo manejar las armas y, como un Tsun Zé de la
montaña, aprendió a elegir cuál es el mejor lugar para librar la
batalla. Conoce cuándo y donde emboscar al enemigo y monta como
nadie los caballos que él supo cuidar. El gobernador que lo tuvo
rehén sabrá experimentar en carne propia lo que aprendió su mejor
alumno: en 1553 Lautaro lo derrota y lo mata.
Chile -ya
no Chili- juega como en el patio de Los Andes en un terreno
con 68 mil brasileños gritándole en el rostro. Como Lautaro, ha
aprendido de tácticas y domina a su adversario con cinco defensores
bien dispuestos, con volantes escalonados para anular a Neymar y con
una rebeldía solo comparable a la de aquel cautivo que decidió por
quien vivir y para qué morir. Brasil está confundido. Duda por sus
limitaciones y más duda porque es inducido por los chilenos, que
convirtieron en una fortaleza mental el hecho de que muchos los
consideraran inferiores.
Lautaro
es considerado inferior, como la selección de Chile. Igual la
emprende, con unos pocos hombres que pudo recolectar, unos mapuches,
otros picunches, contra cuanto español se le cruza en el camino.
Villagra lo espera y lo sorprende. No le da chance de pelear. Lo
asesina dormido. Lautaro muere para que nazca la leyenda del pueblo
mapuche, respondón y reivindicador; inclaudicable y memorioso.
Chile y
Brasil van a los penales. Chile cae de
pie, para parir un nuevo tiempo en el fútbol del país de los
mapuches. Alexis, Medel, Arturo, tienen los rostros y la sangre de
Lautaro. Se les nota. Ellos también han decidido morir lanzeados
a 12 pasos para que nazca la la leyenda de un fuego sagrado que será
difícil de apagar. A los matadores de Lautaro, como a esta selección
de Brasil, pocos lo recordarán. Lautaro, como estos bravos hombres
de Sampaoli ya están en el mejor sitio que puede caberle a un
hombre: la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario