Puede que los organizadores se las rebuscaran para ganar sin ayuda aún cuando no le hubieran cobrado esa falta. Pero lo cierto es que en el momento en que se produjo no estaba jugando bien. Y es aquí donde vale la pena detenerse: Brasil no ha jugado bien.
Cuando se deje de pensar el partido en japonés y se haga la valoración futbolística, veremos que el equipo organizador es vulnerable. Acaso este sea el saldo más importante. El equipo de Felipao, aún cuando seguro irá creciendo, no asusta. Sufre para defender y comete un error táctico fácil de notar: envía al ataque a sus dos laterales, lo que no es un pecado, pero el tema es que los manda a la vez, provocando que el volante central tenga que ocupar mucho campo hacia los costados y quede descompensado. Quizás la cosa quede aquí, por eso de los nervios del debut, pero con otros lo pagará caro.
¿Atributos? Por supuesto que los tiene. Neymar, más allá de los goles, asumió el compromiso de conducir. Lo esperaban como puntero izquierdo y terminó casi como un enganche, tirándose atrás y armando juego. Además, a sus 22 años, asumió que emocionalmente puede hacerse cargo del equipo. No es poco. Además, halló un socio en el que Scolari -viejo zorro- no en vano confió: Oscar. Con eso le alcanzó. Pero le alcanzó contra Croacia y deberá mejorar mucho para que le alcance con los candidatos de siempre.
En cuanto a los balcánicos, nunca hay que subestimarlos. Tienen enjundia de latinos y, por idiosincracia y supervivencia, saben afrontar las adversidades y no darse por vencidos. Además, tiene a uno de los jugadores más inteligentes de la actualidad que es Luka Modric. Quizás sea suficiente para soñar con avanzar a la segunda rueda y honrar a la generación de Prosenecki. Por lo visto hoy, será justo que reciban un resarcimiento, no en yenes, sino en goles.
Acá del que hay que cuidarse es de otro Luka, sobre todo cuando mete la mano en los sorteos
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