Arranca el Mundial con ausencia de varias figuras pero no de figuritas. Aquí, un tributo a los viejitos que seguimos juntando, oportunamente publicado en mi libro Gajos del Oficio
Aún a riesgo de ser señalado por el
dedo acusador de quienes han elegido convivir con el gesto adusto,
habemos quienes nos negamos a abandonar algunas prácticas de la
infancia, por creer que se trata de remedios naturales para el
estómago, lugar en el que podría estar ubicado el alma.
Muy cierto es que por algunos motivos
nos vimos obligados a omitir ciertas conductas. Por ejemplo, por
amenazantes contravenciones y edictos policiales se debe prescindir
de la chabacanería de orinar pretendiendo dibujar en el pavimento el
nombre de la mujer deseada. Por una penosa condición física y por
la salvajada del Ingeniero Santos persiguiendo y asesinando a un
ladrón de estéreos, tampoco se puede tocar timbre en el domicilio
de los que duermen la siesta para luego salir disparando.
Pero ninguna ley prohibe a los mayores
coleccionar figuritas. Y no cualquier figurita, sino figuritas de
fútbol.
¿Qué hay detrás de la actitud de un
hombre adulto que se entrevera con los pibes, discute con ellos y que
es capaz de varias privaciones para conseguir la más difícil?
Los psicoanalistas dirán que estamos
ante un caso típico de inmadurez. Muchas novias o esposas se
arrepentirán de tenernos al lado. Los jefes de la oficina volverán
a llamarnos por enésima vez “vagos incurables”.
Sin embargo, nadie tendrá razón.
Abrir un paquete de figuritas es
abrazar un sueño tanto como recibir una repetida constituye una
nueva postergación. Y, de no estar errados, de eso está hecha la
vida de los más sencillos: de sueños y postergaciones.
Sepan censores. Con las figuritas
aprendimos que a las difíciles vale perseguirlas, que a las
historias repetidas hay que cambiarlas y que los que tienen dinero
para comprar la caja entera, pierden destreza para la lucha cotidiana
de llegar más cerca de la pared en una tapadita. Fue con ellas que
manejamos a los jugadores como marionetas mucho antes de la llegada
de los empresarios. Y existe , felizmente, un argumento más elevado
y contundente: la quimera del álbum lleno constituye el tiempo de
las realizaciones; de ahí que pocos pibes pueden llenarlo porque
casi siempre aparece el sistema, el imperio, el modelo o quien sea,
con la cara de las más difícil.
Además, en el accionar de los que
juntan, juegan y pegan figuritas se pueden determinar conductas
humanas con precisión suiza. Toda la vida existieron aprovechadores
que hicieron arrebatiña, miserables que las guardaron sin asumir el
riesgo de jugarlas a la encimada y mercaderes que cambiaron una por
veinte. Ante tanta desgracia por suerte estamos los que nos importa
un bledo llenar el álbum. Los que ayer, como siempre, solo queremos
jugar. Vamos, que yo, que lo tuve al Chivo Pavoni y a Carrascosa,
ahora lo tengo a Messi. Vamos a abrir otro paquete.
Muy Dolinesco este texto!
ResponderEliminarEspero que tome este comentario como un alago, no como una critica, ni mucho menos.
Gracias Mati. Lo tomo como elogio
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