11 de junio de 2014

Yo junto. Y qué ?

Arranca el Mundial con ausencia de varias figuras pero no de figuritas. Aquí, un tributo a los viejitos que seguimos juntando, oportunamente publicado en mi libro Gajos del Oficio


Aún a riesgo de ser señalado por el dedo acusador de quienes han elegido convivir con el gesto adusto, habemos quienes nos negamos a abandonar algunas prácticas de la infancia, por creer que se trata de remedios naturales para el estómago, lugar en el que podría estar ubicado el alma.
Muy cierto es que por algunos motivos nos vimos obligados a omitir ciertas conductas. Por ejemplo, por amenazantes contravenciones y edictos policiales se debe prescindir de la chabacanería de orinar pretendiendo dibujar en el pavimento el nombre de la mujer deseada. Por una penosa condición física y por la salvajada del Ingeniero Santos persiguiendo y asesinando a un ladrón de estéreos, tampoco se puede tocar timbre en el domicilio de los que duermen la siesta para luego salir disparando.
Pero ninguna ley prohibe a los mayores coleccionar figuritas. Y no cualquier figurita, sino figuritas de fútbol.
¿Qué hay detrás de la actitud de un hombre adulto que se entrevera con los pibes, discute con ellos y que es capaz de varias privaciones para conseguir la más difícil?
Los psicoanalistas dirán que estamos ante un caso típico de inmadurez. Muchas novias o esposas se arrepentirán de tenernos al lado. Los jefes de la oficina volverán a llamarnos por enésima vez “vagos incurables”.
Sin embargo, nadie tendrá razón.
Abrir un paquete de figuritas es abrazar un sueño tanto como recibir una repetida constituye una nueva postergación. Y, de no estar errados, de eso está hecha la vida de los más sencillos: de sueños y postergaciones.
Sepan censores. Con las figuritas aprendimos que a las difíciles vale perseguirlas, que a las historias repetidas hay que cambiarlas y que los que tienen dinero para comprar la caja entera, pierden destreza para la lucha cotidiana de llegar más cerca de la pared en una tapadita. Fue con ellas que manejamos a los jugadores como marionetas mucho antes de la llegada de los empresarios. Y existe , felizmente, un argumento más elevado y contundente: la quimera del álbum lleno constituye el tiempo de las realizaciones; de ahí que pocos pibes pueden llenarlo porque casi siempre aparece el sistema, el imperio, el modelo o quien sea, con la cara de las más difícil.

Además, en el accionar de los que juntan, juegan y pegan figuritas se pueden determinar conductas humanas con precisión suiza. Toda la vida existieron aprovechadores que hicieron arrebatiña, miserables que las guardaron sin asumir el riesgo de jugarlas a la encimada y mercaderes que cambiaron una por veinte. Ante tanta desgracia por suerte estamos los que nos importa un bledo llenar el álbum. Los que ayer, como siempre, solo queremos jugar. Vamos, que yo, que lo tuve al Chivo Pavoni y a Carrascosa, ahora lo tengo a Messi. Vamos a abrir otro paquete.

2 comentarios:

  1. Muy Dolinesco este texto!
    Espero que tome este comentario como un alago, no como una critica, ni mucho menos.

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